Como un gran estadista que logró levantarse de la adversidad, se despide el señor Obama. Con un sabor amargo en la boca por la victoria de Donald Trump, y lastimado por la derrota más que la de un presidente que culmina dos mandatos consecutivos con un respaldo mayoritario de la población, Obama se despide de la presidencia con la peor transición de poderes que se recuerda.
Se va de la Casa Blanca con un 55 por ciento de aprobación popular; sin embargo, lleva en las espaladas la carga de haber podido haber hecho más por la campaña de Hilary Clinton. Además quedan pendientes cinco guerras inacabadas —Siria, Irak, Yemen, Libia y Afganistán—, una crisis racial virulenta y lo peor, una clase media fracturada que sólo alcanza a ver un panorama negro y sombrío con la llegada de Donald Trump.
Por otro lado, en los medios de comunicación lo tachan como un presidente que fue “chamaqueado” por Vladimir Putin, presidente ruso. Se va Obama, no sin antes agradecer a una mujer que fue su amiga y su mejor aliada, sin duda nos referimos a su esposa Michelle Obama. Ahora se abre el espacio para recibir a un fajador callejero y un verdadero brabucón que seguramente dará mucho de qué hablar.
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