Sergio González Levet / Como abejas al panal han estado saliendo aspirantes a ocupar la silla que apenas dejó un militante prestigiado, distinguido y congruente como lo es Felipe Amadeo Flores Espinosa.
Y pareciera una paradoja que la dirigencia estatal de un partido que hizo agua y se hundió electoralmente apenas hace seis meses, cuando perdió la hegemonía que había tenido en Veracruz durante 86 años, sea tan solicitada, para lo cual hay varias explicaciones posibles.
1. La más notoria es que se terminó en el estado para la larga fila de políticos priistas la agencia de colocaciones que significaba el Gobierno, sus 14 secretarías y sus miles de puestos de nivel directivo, con sus jugosos sueldos y sus aún más jugosos presupuestos, cuyo manejo indecoroso permitía hacer enormes fortunas de la noche a la mañana, como pasó en los últimos y pavorosos 12 años. Ante esa anemia ocupacional, las prerrogativas que recibe el partido, aunque magras, significarían una tabla de salvación para los bolsillos inanes que les dejó a muchos priistas la derrota del 5 de junio.
2. También se explica esa avidez por la dirigencia estatal en el hecho de que está en marcha el proceso de selección de los 212 candidatos a las presidencias municipales que se dirimirán el próximo domingo 4 de junio, y como el PRI mantiene alguna presencia en base a su estructura electoral que permanece viva, sigue siendo una buena opción para muchos que quieren ser alcaldes y cuentan con recursos para invertirlos en una campaña que podría resultar ganadora.
Y como se volvió costumbre en los últimos años, las tales candidaturas se tasan a precios elevados y al mejor postor, con lo que hacen un enorme negocio quienes controlan las listas desde el partido. En el fidel-duartismo, se creó todo un protocolo para ofrecer y vender candidaturas, y sus principales operadores están listos para regresar a seguir haciendo este negocio con incautos que nunca faltan y que sueltan pequeñas fortunas con tal de sustentar su sueño de ser los poderosos de sus respectivos pueblos o ciudades.
A un lado de estas razones, en el PRI también se mueve gente decente, que piensa que la política es el arte de servir a los semejantes. Son priistas de convicción, y buscan rescatar la triste figura de un partido quijotesco que dejó su lanza oxidada y su adarga rota en la playa de Barcino, junto al mar.
¿Tendrá algún remedio posible el PRI perdido en Veracruz?
Hay quienes así lo piensan, con la mejor de las intenciones, y sacaron la lámpara de Diógenes hasta que lograron dar con un militante que fue repudiado en el sexenio duartista, que nunca cobró un centavo -honesto y menos deshonesto- en el Gobierno de Javier Duarte, y que fue engañado, vilipendiado.
Renato Alarcón Guevara tuvo que salir a una especie de exilio hacia la Ciudad de México, en donde encontró refugio con dos grandes amigos: Roberto Campa Cifrián, que lo acogió de inicio para que pudiera sobrevivir políticamente, y Sebastián Lerdo de Tejada Covarrubias (qepd), quien al nombrarlo como delegado del ISSSTE en Veracruz le propició un regreso con gloria que causó malestares en quien era Gobernador y ahora es un prófugo de la justicia.
Renato suena ahora para el PRI estatal junto con otros políticos que son tiradores, como Marlon Ramírez y el por ahora desaparecido Carlos Aceves. Y suena también junto a don Ricardo Ahued, quien jura y perjura que ya no quiere seguir en la política y prefiere dedicarse a sus negocios.
El PRI necesita capacidad, honorabilidad, madurez, si quiere volver por sus fueros algún día, y si quiere hacer un papel decoroso en la próxima elección municipal, que en este momento pinta desastrosa para el partido.
Renato es garantía.
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