Uno puede tomar todas las precauciones pertinentes, ir con el cinturón de seguridad puesto, manejar a la velocidad adecuada; uno puede ir encomendado a Dios, pero basta que dos choferes de pipas de agua anden echando carreritas y pierdan el control de sus vehículos para que la muerte nos caiga encima como un aerolito desprendido del cielo.
Las autoridades deben entender también que la avenida Lázaro Cárdenas, así como otras avenidas grandes, ya están rebasadas. Es demasiado el tráfico que se arma. Otra historia estaríamos contando si Pedro Saldaña, quien manejaba el auto siniestrado donde iba con su esposa, hija y suegra hubiera tenido opción de avanzar.
Pero no pudo porque el tráfico estaba al tope. ¿Hasta cuándo se pondrá solución a este problema vial? ¿Cuántas muertes más se requieren para que el ayuntamiento, el estado y la federación hagan algo?