La Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas no fue lo que los periodistas esperaban. Para empezar, no fue comprendida, no se entendió para qué servía. Muchos compañeros pensaban que dicha comisión sería un chaleco antibalas pero no lo fue; a pesar de dicha comisión muchos periodistas siguieron muriendo. La CEAPP tampoco tenía la facultad de entregar charolas para periodistas que una vez que se mostraran a los policías agresores, éstos se disuadieran de agredir, como si Drácula viera una cruz y se alejara.
La CEAPP tampoco encontró los mecanismos para obligar a los dueños de medios de comunicación, la mayoría no periodistas, a que mejoraran las condiciones de trabajo de los periodistas o a que mejoraran su sueldo. La CEAPP tampoco consiguió que el gobernador respetara al gremio periodístico.
Al gobernador, en un principio sólo le interesó quedar bien con los dueños de los medios. Se gastaron millones de pesos poniendo guardias de seguridad a Óscar Rodríguez, director de AZ y a José Abella, director de El Buen Tono. Pero para los periodistas amenazados, sólo se presupuestaba el dinero para una caja de muerto y una corona de flores.
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