¡“Juanote”, perpetuado en bronce por las manos de Edith Berlín!

Juan Herrera Vázquez (Juanote) FOTO: ENLACE VERACRUZ 212
- en Opinión

Édgar Hernández / 

¡Total apoyo de Américo Zúñiga al “Símbolo de Xalapa”!

La siguiente es una nota amable que solo busca el rescate de nuestros valores. Que va en aras de tan anhelada unidad que deseamos quienes amamos a Veracruz.

Es una historia que tiene que ver con el “Símbolo de Xalapa”.

La de un hombre, Juan Herrera, que tal vez en la impronta su nombre no le diga nada, pero si le digo que es la historia de “Juanote”, pues seguramente lo asociaremos con lo mejor de nuestra raza, de nuestro pueblo, cultura y tradiciones.

Este es un homenaje a quien desde la modestia de su trabajo de vida, a 27 años de su muerte, habrá de perpetuarse en el frío bronce que en las diestras manos de la escultora Edith Berlín habrá de cobrar vida.

Juan Herrera Vázquez, Juanote, es, a no dudar, el símbolo de la ciudad de Xalapa. El dueño y señor de las calles de Xalapeños Ilustres y Enríquez. El mismo que malacate en ristre fue capaz de montar en sus anchas espaldas un piano ¡de cola! sin que las empedradas calles le movieran un músculo que dieran lugar al desafine de tan delicado armatoste.

“Juanote” –me evoca el escribano Angel Rafael Martínez Alarcón-  es el símbolo de un hombre bueno, trabajador, honrado, culto, amante de la música clásica, un auténtico hombre verdadero.

Juanote, de oficio cargador el cual dignificó, por todas las historias que se cuenta era –hasta donde se puede considerar- un “profesional” de la carga, destacándose su amoroso cuidado cuando se trataba de los muebles finos propiedad de las familias jalapeñas”.

Ahí ese hombre fuerte, tosco, de descomunal estatura, casi dos metros y cien kilos de humanidad, trataba con cuidado casi celestial esos lustrosos pianos, evitando siempre desafiarlos”.

Y es en este marco biográfico que la ciudadanía jalapeña recibe gustosa la noticia del alcalde Américo Zúñiga Martínez al autorizar, en consonancia con el Cabildo, la edificación de una estatua en honor de “Juanote”, el símbolo de Xalapa.

Un símbolo, por cierto, que enaltece a la ciudad ya que el perpetuado proviene de la clase más humilde que tiene la ciudad y que durante la mitad del siglo pasado los cargantes, más que un símbolo, significaban la fuerza de trabajo que no podían realizar las amas de casa o los personajes de alcurnia o la gente sin fuerza; tampoco los que no se arriesgarían a una hernia.

Y es que en la vieja Xalapa ser cargador de número, tenía sus propia burocracia municipal.

El aspirante a dicho oficio, tenía primero que contar con un aval de parte de alguno de los comerciantes de la ciudad, luego solicitar al municipio la designación del número, previo pago de 150 pesos para el año de 1928, como fianza.

En el Archivo Histórico Municipal de Xalapa “Rubén Pabello Acosta” se encuentra la vida del gremio de los cargadores de la ciudad de Xalapa.

¡Y ahí está la de “Juanote”!

Ese a quien recordamos por ese don de gentes, por esa amabilidad que le permitió que muchos hogares jalapeños le abrieran las puertas gracias a la confianza ganada al paso por los años, gracias a su gran honradez, comprobado en más amplio sentido de la palabra, acaso por ello Juanote vivió sin ningún problema.

Juan Herrera Vázquez, fue el primogénito de su familia.

Nace en la ciudad de Xalapa, un 28 de abril de 1919, en el mismo año que San Rafael Guizar y Valencia, recibe la designación como quinto obispo de Xalapa.

Vio por primera vez la luz en la calle hoy de Independencia número 9. Fueron sus padres Rogelio Herrera y Rosario Vázquez, campesinos del municipio de Tlapacoyan, quienes se trasladan a la capital llegando a vivir por la zona del barrio de San José.

Más tarde la familia se traslada a la calle de Moctezuma, uno de los barrios populares de la ciudad. Se desconoce si realizó estudios, pero “Juanote” si sabía leer, muchos veces se le veía leyendo la prensa local.

¿Su pasión?.. la música clásica. ¡Esta bella Xalapa, la Atenas Veracruzana, en donde hasta sus más modestos ciudadanos le rinden culto!

Así, en la zona del árbol, padre e hijo hicieron  historia el arte de cargar y sobre todo mover todo tipo de muebles de los hogares jalapeños.

Eso hizo de “Juanote” todo un personaje.

Siempre de huaraches, pantalones y camisa brillando de limpios y bien planchado, su mecapal y su número 13. Siempre soltero. Con una extraordinaria educación como autodidacta y siempre contestando cordialmente cada saludo.

“Juanote” fue amigo de gobernadores, alcaldes, políticos de todos los signos, curas, comerciantes, empresarios, académicos, músicos y de la sociedad jalapeña en su conjunto de aquellos años.

Su oficio de cargador lo hizo en grande.

A Juan Herrera Vázquez, sólo le bastaron 70 años de vida para dejar huella en su amada ciudad. Falleció muy cerca de su lugar de trabajo, en el Hospital Civil “Luis F. Nachón”. Sus restos fueron sepultados en el panteón de Palo Verde.

Su muerte física permitió crear la leyenda que hoy toca perpetuar en bronce a la prestigiada escultora Edith Berlín, mujer de valía que nos han dado lustre, porque para un ilustre otra de su tamaño.

Oriunda de Xalapa, la escultora Edith Berlín fue alumna del maestro Ernesto Jorajuría en dibujo y pintura, así como del artista Mayo Abitia en dibujo anatómico. Ha sido diplomada en historia del arte en la Academia Mexicana A.C., al igual que en la Universidad de Xalapa. Estudió asimismo escultura en barro y terracota de San Jerónimo, en el viejo DF, con el maestro Saúl moreno.

Posteriormente se perfeccionó en la academia de San Carlos.

En la zona rosa de la Ciudad de México fue colocada una escultura de sus autoría de tamaño natural denominada “Armonía”…Ha sido además autora de la obra “Justicia” de tres metros colocada en los Palacios de Justicia de Cancún y de Xalapa.

Edith Berlín, ha realizado obras varias como la escultura “Alas de Libertad”, de tres metros y medio, ubicada en la ruta de la amistad del Anillo Periférico sur de la ciudad de México y es la autora de la escultura “Sabiduría Eterna” que representa al filósofo Sócrates entregando el libro del saber a las nuevas generaciones.

Sus creaciones se extienden a legendarios bustos como el del padre Juan Manuel Martín del Campo, colocado en la institución “Ayúdame Hermano que tengo Cáncer”, el del ingeniero Luis Rendón, José Luis Sánchez Gil y del humanista José Iturriaga.

Edith Berlín nos evoca además a don Fernando Gutiérrez Barrios en bronce a la entrada de Alto Lucero, la señera estatua de don Rafael Murillo Vidal, la del santo Rafael Guizar y Valencia, “La Hermosa Xalapa” de cuatro metros y la más reciente dedicada al inolvidable maestro Guillermo Zúñiga.

Edith es un personaje. Es la responsable de la construcción y perpetuamiento en bronce de otro personaje.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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