No dudamos ni un momento en condenar la certera agresión que sufrió Ana Guevara por parte de unos vivales que se ensañaron con la velocista convertida en senadora. Independientemente del cargo que ostenta Guevara, el maltrato hacia una mujer, por donde quiera que se le vea, es reprobable.
Aunque es bien sabido que la velocista es «especial en su trato» y que dentro del ambiente político donde se conduce, sus cercanos no la bajan de conflictiva y de mal carácter, pero no hay razón para alegrarse por lo que le pasó. Y es que en las redes sociales le han dirigido mensajes homofóbicos que cuestionan su preferencia sexual.
Ojalá y los que atacaron a la senadora paguen con creces la prepotencia y salvajismo con la que golpearon, no a la velocista y senadora, sino a la mujer mexicana.
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