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La alegría

Sergio González Levet / 

[Alegría, dice el diccionario de la RAE, es: “1. f. Sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. 2. f. Palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo”.]

Durante los largos años del fidelato-duartismo, la docena trágica en Veracruz, lo veíamos muy serio, con el dedo flamígero denunciando latrocinios, irregularidades, corruptelas.

Después, en la pre-precampaña a la candidatura su figura era la de la decisión, el semblante decidido aunque hosco en pos del sueño.

Ya en la campaña electoral de este 2016, el candidato Yunes Linares señalaba la catástrofe de los dos sexenios, acusaba, revelaba con preocupación el estado de las cosas públicas en Veracruz, desastrosas.

Como candidato ganador, apenas sí tuvo tiempo de mostrar otra cosa que su crispación ante las triquiñuelas con las que los otros, los enemigos, los sin ética alguna, pretendían echar abajo su triunfo electoral.

Y como Gobernador Electo era el rostro mismo del enojo, de la impaciencia ante las marrullerías de un gobernante desquiciado, que un día sí y otro también ideaba “genialidades” para llenarle el camino de abrojos y el buche de piedritas.

Los otros poderes le seguían el juego al malandrín, y entonces lo vimos muy ocupado echando para atrás todas esas “jugadas” de Javier Duarte (los intentos de basificación para miles de empleados, la cesión de inmuebles, terrenos, naves, “para que no las pudiera disfrutar”, los nombramientos de funcionarios transexenales…); jugadas que sólo tenían la intención de dificultarle la gobernanza, de dejarle la administración en las peores condiciones financieras, económicas, sociales, legales… aunque el daño fuera para Veracruz.

A esas alturas, el enfado enseñoreaba su semblante. Era la justa ira personificada en él, que tan fuerte carácter tiene, por naturaleza y cultura.

Era la indignación, era la ira, era la rabia compartida por todo un pueblo en la medida en que se iba conociendo el tamaño de la corrupción duartista, el inconmensurable saqueo.

Era inevitable esa furia, ante el desastre, la depredación, el engaño mayúsculo contra todo un pueblo que no se merecía ese tipo de gobernantes.

Veracruz estaba encolerizado.

Miguel Ángel Yunes Linares estaba iracundo.

Por eso a muchos les causó sorpresa, una grata sorpresa, ver desde el primer minuto de su mandato a un Gobernador Constitucional contento, feliz, con la esperanza optimista reflejada en ese rostro que no había podido contener su furor otras veces.

En el histórico discurso de toma de posesión (para los suspicaces, no es un elogio gratuito: fue el primer mensaje dado en la historia de nuestro estado por un gobernador no priista, después de 70 años) se pudo ver a un Miguel Ángel alegre, con la sonrisa que resplandecía inevitable en su rostro antes adusto.

Estaba contento, mucho, y se permitió la broma, la picardía, como tiene que corresponder al gobernante de un pueblo divertido, inspirado, genial.

Lo que le espera al Gobernador es muy difícil, una prueba ardua, que lo será para todos los veracruzanos. Tenemos ante nosotros uno de los retos mayores de nuestra historia. Tendremos que trabajar muy duro, habrá que sacrificarse para salir adelante. Todos los veracruzanos de bien, que son casi todos, tendremos que estar al lado de Miguel Ángel Yunes Linares para salir del atolladero.

Qué mejor que las cosas ahora se hagan en serio… pero con una sonrisa.

En las palabras del Gobernador:

Con toda la fuerza, con todo el optimismo, con toda la energía, con todo el entusiasmo, con toda la alegría”…

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