Joaquín López-Dóriga, desenmascarado por María Asunción Aramburuzabala, es el peor de todos; pero también lo es Adela Micha quien logró vender a los gobiernos la aplicación “patito” de su hijo para traducir conversaciones a otros idiomas, así como Maricarmen Cortés y su equipo que en el sexenio de Felipe Calderón le vendieron su alma al diablo ebrio que los gobernó.
Seguían al aíre porque eran tan transparentes que nadie se había dado cuenta que seguían ahí. Televisa ha de creer que retirando a estos “periodistas” y colocando a otros logrará jalar más audiencia, sin embargo, cuando esta empresa era la única opción que tenían los mexicanos en sus televisores, podía hacer lo que le viniera en gana.
Pero hoy día, con tanta competencia en servicios de televisión satelital, así como online, lo que debería hacer Televisa es morir y nacer de nuevo.