Armando Ortiz / Se acabó un sexenio que no merecíamos, un sexenio oscuro al que muchos, lamentablemente no sobrevivieron. Se acabó un sexenio de excesos, corrupción, impunidad, codicia, crimen y muerte. Se acabó un sexenio que labró 22 tumbas de periodistas que murieron en el cumplimiento de su deber; un sexenio de lápidas y de fosas clandestinas, de madres llorando a sus hijos y sus hijas desaparecidas. Se acabó un sexenio de balas e injurias, de levantones y secuestros.
Se acabó un sexenio en el que no podías confiar ni en tu propia sombra, un sexenio de terror y miedo, un sexenio donde los policías se volvieron delincuentes, un sexenio donde los que deberían velar por nuestra seguridad, terminaron ultrajando nuestra paz.
Se acabó el sexenio de Javier Duarte, un muchacho obeso y acomplejado, un donnadie que se quiso sentir rey; un sujeto enfermo y acomplejado, un engendro que devoraba todo lo que le pusieran enfrente.
Se acabó el imperio de este Nerón veracruzano que terminó incendiando el estado. Se acabó por fin el reino de este príncipe imbécil que sólo quería satisfacer su vientre. Se acabó Javier Duarte y en su derrota se lleva a sus cómplices, que poco a poco irán cayendo. Algunos se refugiaron en el fuero que les da impunidad temporal, pero de ahí habremos de sacarlos para que paguen todas sus cuentas pendientes.
Se acabó el sexenio del saqueo, donde se glorificó a los ladrones y se victimizó a los inocentes. Se acabó el sexenio de las medicinas piratas, el sexenio de los niños con cáncer a los que se daban simples placebos. Se acabó el sexenio de los traficantes de dolor y hambre, de los derrochadores de miseria, de los sembradores de odio.
Se acabó el sexenio de los periodistas voraces, de los succionadores profesionales, de los textoservidores que eran capaces de cualquier acto sexual, textual, por conseguir unas cuantas monedas. Se acabaron los ginos, los zopilotes, los que glorificaban la figura del rey desnudo, del rey estulto que los despreciaba tanto como despreció la honradez.
Se acabó tu sexenio Javier Duarte, maldito seas por todo el desastre que causaste; maldito seas por el atraso en que nos dejaste; maldito seas por las generaciones que por tu culpa se perdieron; maldito seas por los jóvenes que no tuvieron oportunidad y que murieron en una calle, en un páramo, acribillados como delincuentes.
Maldito seas Javier Duarte, maldito tú y tus cómplices con nombre y apellido; maldito tú y tus prestanombres; maldito tú y tu consorte; maldito tú Javier Duarte en donde quiera que estés, en el hoyo donde te ocultas, en el disfraz con que quieres pasar desapercibido; maldito seas tú y Fidel Herrera; que nunca encuentren la paz que a nosotros nos negaron, que nunca encuentren el perdón que nosotros les negamos.
Maldito seas Javier Duarte, por la gran oportunidad que desperdiciaste. Que tu nombre sea borrado de la historia de Veracruz, que tus retratos sean quemados en una plaza pública, que tus hijos conozcan tu vergüenza; maldito seas, maldito seas…
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