Te saludan con un gesto que encierra simpatía y displicencia, con un gesto que pretende dejar en claro que de ahora en adelante se debe recordar que aquel que te pedía un favor en su indigente anonimato, ahora, con un puesto en el gabinete de Yunes Linares, ya es “hidalgo” (hijo de algo), pues el señor gobernador los acababa de ungir de cierta importancia.
Valga semejante rodeo sólo para decir lo que pregona la conseja popular: «Se paran en un ladrillo y ya se están mareando». Por supuesto, ante su gobernador son todo humildad y sencillez, son un dechado de virtudes, son un currículo impecable. No extraña que el día que Miguel Ángel Yunes Linares presentara a su gabinete en el Museo Naval, los calificara de “inmaculados”; cómo se puede sostener esa frase cuando al primero que presenta es a Rogelio Franco Castán, hijo putativo de Érick Lagos, en algún momento entenado de Fidel Herrera.
Uno le puede comprar al gobernador de su discurso el hecho de que en adelante los hombres y mujeres elegidos se comprometerán para sacar adelante a Veracruz, de que en adelante se comportarán con honestidad, de que en adelante harán expiación de sus pecados y se conducirán como buenos cristianos, pero hasta ahí.