Édgar Hernández* /
¿Cimbrar a México desde las bóvedas de alta seguridad o parto de los montes?
Al llegar al punto cero del nuevo encuentro con Veracruz, bien vale la pena reflexionar sobre pronunciamientos históricos de quienes han dado sus vidas por un mejor destino para nuestros pueblos.
Hoy, en la víspera de otro capítulo de este nuestro atribulado pueblo, se impone recordar que Veracruz es más allá que sus hombres: su historia, su legado independentista y liberal, sus instituciones y ese afán genético de ser primeros en todo.
Hoy, en esta víspera del cambio gubernamental, bien vale recordar a Luis Donaldo Colosio cuando afirmó que no conocía ejercicio mayor de la libertad que la voluntaria asunción de un compromiso.
Así, en aquel 1988 cuando rindió protesta como dirigente de partido en el poder por más de ocho décadas, pronunció histórico discurso que aún resuena en la conciencia nacional al evocar de manera premonitoria que se vive un “Nuevo Acuerdo para ampliar nuestra vida democrática y recuperar otras exigencias partidarias y de las organizaciones sociales, de los ciudadanos y de la comunidad entera”.
Avanzamos –dijo- hacia un nuevo equilibrio en la vida política nacional.
Es lo mismo que pasa en Veracruz.
Vamos en pos de un acuerdo entre sociedad y gobierno, actores incluidos, para el tan anhelado rescate después del largo invierno de la Fidelidad.
Al cambio de los tiempos y las formas del quehacer político a través del voto, se impone como premisa alcanzar la unidad como único camino para salir adelante.
Veracruz, a partir del pasado cinco de junio, expresó políticamente su pluralidad de tal suerte que nos alcanzaron los tiempos de la modernidad política luego que la legitimidad de los gobiernos se obtiene a través de la competencia entre partidos y el voto ciudadano.
Eso ha sucedido en Veracruz en donde la competencia política ha convertido a los partidos en los grandes mediadores entre sociedad y estado. En sus convergencias y acuerdos, pero sobre todo por sus discrepancias.
Ello es lo que ha generado la legitimidad democrática que requiere Veracruz.
Habrá que observar pues, qué sucederá a partir de este primero de diciembre en donde se ha prometido demasiado. Habremos de regresar a la memoria que Veracruz nunca le ha temido a la democracia ni la lucha libertaria.
Decía Colosio:
“Hay que estar abierto a todas las tendencias y a la discusión. Hay que abrir las puertas, discutir en voz alta, dialogar permanentemente entre nosotros. No vamos por ello a romper la unidad sino a fortalecerla. Vamos a buscar una unidad fundada en consensos reales. Son tiempos de la política. La unidad será uno de sus frutos”.
En Veracruz, donde la oposición a un partido largamente usufructuario del poder se perdió para dar paso a la oposición, a la disidencia, la esperanza es que no se convierta en fractura social y los consensos plurales fortalezcan una indispensable unidad.
Veracruz deberá transitar necesariamente al acuerdo de partidos, sectores y sociedad civil para la recuperación económica y la estabilidad. Y el que simpaticemos o no con el vencedor de la contienda democrática es fundamental siempre y cuando se no pierda ese principio de unidad.
A la par poner fin al desgarre social, a la desesperanza, a la lucha fratricida que tantas vidas ha costado en los últimos 12 años en aras de una seguridad nunca alcanzada.
Imponderable pues que cada quien nos mantengamos en nuestras tribunas, en nuestras trincheras tan solo exigiendo respeto a la pluralidad, al disenso, a la disidencia y a la crítica.
De otra suerte regresaremos al tobogán de una dictadura maquillada populismo.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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