Édgar Hernández* /
¡Las familias de periodistas asesinados reclaman justicia!
19 periodistas asesinados y ocultos bajo el expediente legaloide de una comisión de periodistas que a cambio recibió un pago sexenal de 120 millones de pesos, fue otra de las herencias que nos dejó el gobernador que no acaba de irse, Javier Duarte.
Bacanales, viáticos sinfín, uno que otro cursillo para periodistas indiciados a modo de justificación por su indigno trabajo y la asistencia obligada de Benita y Namiko a los funerales de los comunicadores caídos, son parte del recuento de la institución que solapó la criminal gestión Duartista.
El organismo responsable de la protección a comunicadores encabezada por los “brillantísimos” periodistas Benita González, Rogelio Pano y anteriormente la arribista Namiko Matzumoto, concluyen felices su gestión en donde el saldo más importante a su favor fue haber engordado sus bolsillos.
Cambiaron su dignidad por dinero y fueron omisos ante el dolor de las familias de los periodistas masacrados sea por el estado o fuere por manos criminales aliadas al propio gobierno.
Hoy para el nuevo Congreso del Estado y particularmente para la responsable de la Comisión legislativa de Protección a Periodistas, Maryjose Gamboa queda claro que Benita y Namiko deben ser investigadas por el mal uso y destino del dinero público entregado a la CEAP en donde el 80% de los 20 millones cien mil pesos entregados anualmente, fue utilizado en el pago de salarios arriba de los 60 mil pesos mensuales y viáticos por 40 mil, también mensuales.
“Solamente dejan 600 mil pesos disponibles para apoyar a algún periodista que requiera protección, eso no es nada”, denunció el periodista Noé Zavaleta, perseguido hasta hace unas semanas por los sicarios de Javier Duarte.
Acusó además que una gran parte del presupuesto también es utilizado por los integrantes de la CEAP “para pagar sus comelitonas” en lugares exclusivos de Xalapa, Veracruz y Coatzacoalcos.
Zavaleta dijo que tan solo el año pasado habían 88 comunicadores amenazados en Veracruz, muchos de ellos en el exilio quienes de una manera u otra pidieron ayuda a la CEAP, “pero con 600 mil pesos resulta imposible”.
Dijo que el organismo no debe desaparecer sino adecuarse en el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, integrarlo además de periodistas con un cuerpo colegiado de profesionistas y gente notable que verdaderamente aporte algo a la sociedad veracruzana y sobre todo al gremio de los comunicadores.
La misma diputada Gamboa Torales coincide con la expresión del combativo periodista.
Como quiera que sea, lo más importante es en primer término que el Congreso, ORFIS y Contraloría General, llamen a cuentas a Benita y Namiko para que informen en que se tradujeron los 120 millones de pesos que les dio Duarte.
Que informen a la opinión pública de a cuanto tocó a sus integrantes: Norma Gibb Guerrero, propietaria de La Opinión de Poza Rica; Baltazar Pazos Gómez, director corporativo del “Grupo Pazos”; Rogelio Pano Rebolledo, de Telever, Duartista de hueso colorado, hoy entregado a los brazos de Miguel Angel Yunes Linares, y Jorge Morales, de “Plumas Libres”, única voz denunciante, pero que nunca dejó de cobrar.
¿Es cierto que siguieron recibiendo sus cheques Rocío Ojeda Callado, Directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UV, al igual que Namiko Matzumoto, actual presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Veracruz?
Deberán asimismo rendir cuentas Jorge Iván García Morato, coordinador y conductos de noticias MVS Radio, Poza Rica y Gerardo Enríquez Aburto, reportero del Diario del Istmo y presidente de la Asociación de Periodistas de Coatzacoalcos.
Con salarios del primer mundo a cambio de cerrar la boca acaso les fue muy fácil nadar de a muertito todo el sexenio.
Hoy los tiempos, sin embargo, son distintos, así que bienvenidos los cambios sobre todo si son para dejar atrás el lastre que dejó la Fidelidad.
Y si la Comisión de Atención a Periodistas desaparece seguro nadie lo lamentara. Si pervive, que en los hechos –como dice la Gamboa- se integre por verdaderos periodistas y no por mercachifles a quienes no se les movió un cabello cuando en el día a día se enteraron que habían acribillado a Milo Vela en su recámara con su esposa una infausta madrugada o que Yolanda Ordaz había sido decapitada y arrojada atrás de un diario porteño.
¿Sabrían acaso que Anabel Flores Salazar, de 27 años de edad, reportera de El Buen Tono y El sol de Orizaba, fue secuestrada por un grupo vestido de militares, asesinada y abandonada en un paraje del municipio de Tehuacán?
Seguro que no, al igual que les valió madre saber por los medios en donde trabajan de la muerte del fotoperiodista Rubén Espinosa, a quien fueron a sacrificar a la ciudad de México.
¿Y Juan Mendoza?
Tal vez le suene a estos de la “Comisión de Atención a Periodistas”, el nombre de la periodista Regina Martínez o el de Armando Saldaña. Tal vez nunca escucharon el nombre de Moisés Sánchez Cerezo –ni les interesó- pero sépanse que también fue masacrado por hacer uso de la libertad de expresión.
Muchos otros periodistas quedan para el recuerdo, pero no de los comisionados para atenderlos y protegerlos ¡ya para qué! pero sí perenes en el imaginario colectivo como Octavio Rojas, el colega Gregorio Jiménez de la Cruz, Sergio Landa, Miguel Morales, el “Chino” Báez, Guillermo Luna, Gabriel Huge, Esteban Rodríguez, Misael López, Noel López y Ana Irasema Becerra.
Estos nombres para los notables de la CEAP, nunca estuvieron presentes. De hecho jamás abrieron la boca para censurar nada. No gastaron un peso en el envió de un miserable ramo de flores para los dolientes y, de hecho, les valió madre, saber que valientes periodistas perdieron la vida por una causa libertaria en la que estos nunca creyeron ya que su único Dios fue el becerro de oro que les puso en bandeja el gobernador Javier Duarte, hoy repudiado por ocho millones de veracruzanos.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
Comentarios