Por supuesto, mientras Javier Duarte se robaba todo ese dinero, mientras compraba con ayuda de sus prestanombres ranchos, casas en Madrid, casas en Woodlands, terrenos en Campeche, edificios en la Ciudad de México; mientras le compraba joyas a Karime y una lancha lujosa para él, Duarte no pensaba en las consecuencias. Y nuevamente nos preguntamos, qué le daba valor a Javier Duarte, qué garantía tenía de que iba a salir incólume de sus delitos.
No era el triunfo de Héctor Yunes, ni el triunfo de Morena en las elecciones del pasado 5 de julio. Lo que tenía tranquilo a Javier Duarte, lo que desquició su avaricia fue el pacto que tenía con Enrique Peña Nieto, quien lo dejaba hacer y deshacer en el estado de Veracruz. Javier Duarte no va a regresar porque el caos impera en Veracruz, no va a regresar porque sabe que los veracruzanos son capaces de lincharlo, pues día con día se han ido enterando del daño que causó en todo el estado.
Duarte no va a regresar porque no tiene garantías de impunidad, porque se ha quedado sin amigos; Duarte no va a regresar porque quince millones son muy pocos para él, siquiera súbanle a veinticinco.