Flavino, insostenible; debe irse

Flavino Ríos Alvarado FOTO: PRESENCIA NOTICIAS
- en Opinión

Édgar Hernández* / Se aferra, sin embargo, a la ratonera.

Anda salto de mata, con un pequeño veliz en las manos donde carga su ropita, un par de camisas y una corbata; balbuceando el “¡No me graben!, ¡Si hubiera sabido no le entro!, ¡Nunca me enteré de la orden de aprehensión contra Duarte!”, “¡Gobierno con el celular!”, lloriqueando en las radiodifusoras nacionales, y, la última, correteado por alumnos y amas de casa.

A estas alturas su posición como “gobernador interino” es insostenible.

No resuelve nada, pero si crispa.

No tiene Palacio y la Casa Veracruz está ocupada por violentos ediles que so pretexto de que no les han dado su dinero se la harán de pleito ratero hasta el uno de diciembre.

Pero además, como carece de domicilio fiscal no se da por notificado y en lo oscurito ordena a su tesorero, sin tesoro, el pobre de Pelegrín, que se esconda y no acuda al Congreso a rendir cuentas porque “te van a hacer picadillo”.

Han sido los 47 días más penosos que ha tocado vivir a un atrevido que orondamente creyó que podía pasar a la historia como un gobernador más de Veracruz, cuando en los hechos está transitando como un pelele del Duartismo acosado y señalado por todo un pueblo por mentiroso, incumplido, amén de transa y golpeador de viejitos.

Flavino, da pena ajena.

Las imágenes de esta tarde de jueves 10 de noviembre lo dicen todo. Son verdaderamente desoladoras.

Sucedió en el hotel Xalapa, donde los gobernadores de los últimos 50 años acudieron a los más importantes eventos públicos investidos con esa cauda de admiración, de respeto, donde la ciudadanía luchaba cuerpo a cuerpo por entregarle una carta petición, acaso solo un saludo o capturar para el anecdotario la mirada generosa del mandatario; ese que admiras, el dador que te resuelve y crees en él.

Para Flavino esta sede representó, sin embargo, la desesperada carrera por escapar por la puerta atrás, montarse en su camioneta de un millón de pesos seguido por una escolta temerosa –la otrora arrogante y golpeadora guaririza, que hoy solo es un puñado de cobardes- para huir con rumbo desconocido.

Flavino, ese de Oaxaca, que nunca debió venir a Veracruz, pernocta donde le cae la noche. No se atreve ni a ir a su casa donde la misma familia le ha pedido no los ponga en riesgo.

Por ello aceptó el refugio ofrecido por el alcalde Poo en el puerto. De la ahí se mueve a su oficina alterna en el WTC de Boca, sin embargo, ha trascendido que está por decidir si mejor se va a Puebla a despachar en la zona de Angelopolis que está más tranquila o tal vez determine signar un convenio con su par en Oaxaca y le preste un espacio, aunque sea chiquito, ya que el gobierna desde su celular.

Pero ajeno a toda sorna, que la merece, Veracruz no tiene gobernador no solo porque ilegalmente se auto ungió violentando la Constitución, sino porque todos los veracruzanos lo repudian, no le perdonan esa complicidad, su cachaza y ese cinismo que acabó por destruirlo.

Y es que tal vez los veracruzanos pasen por alto que un oaxaqueño gobierne a Veracruz, pero utilizar los 47 días para prometer sin cumplir, para esconder –acaso sustraer- el dinero tan necesario en estos tiempos y ese mentir, mentir y volver a mentir, terminaron por colocarlo en un nivel muy parecido al de su jefe Javier Duarte.

Flavino está a días de concluir su fallido mandato, sin embargo, ya mismo es insostenible su gestión.

Debería irse y no seguir haciendo el ridículo. Pretendiendo gobernar sin lograrlo. Sin equipo de trabajo porque ya nadie lo pela. Sin una autoridad que lo respalde. Con un firma que no vale un cacahuate y con una repetida provocación oficial que tiene sumida en el caos a la entidad.

Flavino avergüenza a los veracruzanos.

Las horribles críticas de los moderadores de opinión de la ciudad de México, que lo menos que le dicen es “¡Estúpido!”, la crítica y censura de la prensa veracruzana que en el día a día, en el minuto a minuto, lo persiguen para reportar cual es la última tontería que hace.

Todo lo hace insostenible.

Y tal vez a él no le duela porque tiene una concha de quelonio, pero a los veracruzanos avergüenza observar que quien debería representarnos con dignidad, solo da pretexto para que en todo México se siga hablando mal de nuestra tierra.

Hace 12 años que no se dice nada bueno de Veracruz y ya teníamos con los truhanes de Fidel y Javier, pero ahora con este amigo caradura la cereza del pastel se hizo vomitiva.

Hay quien opina que carece de sentido despojarlo de la investidura a quien solo quedan arriba de dos semanas. Consideremos, sin embargo, que un día, una hora, un minuto no puede detentar tan elevada responsabilidad alguien que nos llena de vergüenza, alguien que con sus acciones no hace más que irritar a la ya de por si ofendida sociedad civil.

Flavino más que pretender gobernar debería estar rindiendo declaración ante un juez.

El Congreso del estado tiene la palabra.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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