Rafael Pérez Cárdenas / Sin proponérselo, en noviembre de 2013, a punto de iniciar su comparecencia ante el Congreso local, el entonces Secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez, sintetizó casi de manera magistral, el sentimiento que el poder político en México, guarda hacia los medios de comunicación: “pinches medios”.
One more time. Una vez más, se abre el debate para definir la relación entre el poder y la prensa; entre el gobierno y los medios de comunicación, aun cuando en esta ocasión, se alude al derecho del ciudadano común. El próximo lunes, el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolverá sobre la acción de inconstitucionalidad presentada en la víspera por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Morena en contra de la Ley de Derecho de Réplica.
La propuesta del ministro Pérez Dayan propone que cualquiera que se sienta agraviado por información difundida en medios podrá demandar judicialmente el derecho de réplica a sus autores. Al eliminar como requisito para la réplica de cualquier ciudadano, ante un medio o periodista, el que la información replicada “sea falsa o inexacta”, se abriría la puerta a un alud de demandas judiciales, aun cuando la información publicada sea verídica.
En el documento que analiza la Corte, se establece que si el medio o el periodista se niega a publicar la réplica solicitada, el aludido puede iniciar un proceso judicial y la demanda procedería sin importar que la información publicada sea absolutamente cierta. Esto ha encendido las alarmas incluso de medios internacionales ante el tufo a censura oficial que se respira.
Esta semana, la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) criticó que los partidos políticos quieren su propio “fuero” y que no sean los tribunales federales quienes procesen, luego de que el PRD y Morena promovieran acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Réplica.
En un comunicado, acusan que los partidos políticos buscan orillar a los medios impresos y electrónicos a los procedimientos especiales sancionadores (PES) que instaura el INE y el Tribunal Electoral, en donde los partidos siempre llevan ventaja al tratarse de sus propias cortes y sistema de litigio “ad-hoc”.
Los partidos pretenden “silenciar cualquier información y opinión ‘agraviante’ en los medios de comunicación (impresos y electrónicos), al tiempo que usarían innumerables espacios –bajo formato de réplica- en radio, televisión, periódicos, revistas, portales y blogs informativos”, señala la CIRT.
Reconocidos en el argot político como El cuarto poder, el espejo del poder, o como se le quiera llamar, los medios de comunicación se han vuelto cada vez más incómodos para la clase política de este país. Y lo son no sólo porque representan un contrapeso al ejercicio pernicioso del poder, sino también, porque en algunos malogrados casos, disputan las prebendas que ofrece el gobierno en todos sus niveles.
Pero en la realidad, no fueron las autoridades de justicia, ni la Auditoría Superior de la Federación, ni los mecanismos de anticorrupción, los que dieron cuenta de la Casa Blanca, la de Malinalco y de las linduras realizadas al erario público por los ex gobernadores César Duarte en Chihuahua o los hoy prófugos Guillermo Padrés de Sonora y Javier Duarte de Veracruz. Fueron los “pinches medios”.
Ninguna autoridad federal ni estatal dio cuenta del enriquecimiento desorbitado y enfermizo de Javier Duarte hasta que aparecieron las casas, las empresas fantasmas, los ranchos con caballerizas, los regalos ostentosos y mil diabluras más del ex gobernador veracruzano, retratadas con crudo realismo en las portadas de los principales medios impresos y electrónicos del país.
No sé si realmente los quieran silenciar, considerando que todos los gobiernos han fracasado antes en ese intento. Los propios medios de comunicación han sido ya rebasados por la fuerza, objetiva y a veces perversa, de las redes sociales. No sabemos, si en contraparte, algunos medios temen perder su reducto de impunidad ante sus señalamientos interesados.
Lo cierto es que el Estado mexicano corre un gran riesgo si se deja seducir por un arrebato de censura. Los medios están obligando a construir nuevas instituciones ante la evidencia de las denuncias. Hoy no podemos reducir nuestra percepción, a la opinión cavernícola de que sólo de trata de los “pinches medios”.
La del estribo…
El nueve de agosto pasado, escribí: “Javier Duarte está de regreso. Vuelve a las apariciones públicas. Se lanza con todo a medios nacionales, habla de su pasado y de su futuro; no tiene tema aborrecido, contesta a todo lo que preguntan. Está decidido a defender su verdad, no la que piensa que es mejor, sino la que piensa que es la única. Será la realidad, la terca realidad, la que ponga a cada quien en su sitio.” Sólo él no lo creía.
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