Por unanimidad, el Senado de la República aprobó la reforma constitucional propuesta por el Ejecutivo Federal en abril pasado sobre justicia cotidiana en materia laboral. Cuando Enrique Peña Nieto aspiraba a la presidencia, se manifestó por la democratización de los sindicatos, incluido el SNTE, de manera que los líderes rindan cuentas claras y haya más transparencia en las cuotas de los agremiados.
Pues resulta sorprendente que ahora que ha recuperado en parte la rectoría de la educación y tiene doblegado al SNTE, con un secretario debilucho y sin carácter como Juan Díaz de la Torre, los senadores afines al PRI se pronunciaron a favor de la nueva Reforma Laboral, que pondrá un bozal a los líderes sindicales para que ya no puedan seguirle hincando el diente a las cuotas de los agremiados.
Además, la reforma de Peña Nieto señala que si la organización sindical cuenta con más de 150 agremiados, las auditorias sobre el uso de las cuotas sindicales deben ser verificadas por un auditor externo y no por un comité de vigilancia sindical, que nunca sirvieron para nada. Pero eso no es todo, se acabarán los delegados sindicales representativos de la base, maestros que estaban más que planchados a favor de los caciques sindicales.
Con la nueva Reforma Laboral, los secretarios generales serán escogidos por un voto directo, libre y secreto, emitido por el mismo trabajador de la educación. El perredista Luis Sánchez Jiménez explicó que en las reformas se establece el voto libre y secreto para determinar asuntos sindicales como la elección de dirigentes, resolución de conflictos entre sindicatos y la solicitud de un contrato colectivo de trabajo. Ni hablar, se les acaba la mina de oro a los caciques sindicales.
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