Es escalofriante lo que ha estado sucediendo en Veracruz. No hay manera de detener esta ola de inseguridad y muerte. En algún momento, cuando nos enterábamos de masacres, de muertos arrojados en zonas públicas o de cuerpos mutilados arrojados en bolsas de basura sobre la carretera, decíamos que eran personas que se dedicaban al narcotráfico, que pertenecían a una banda delincuencial y por ello nos alejábamos de todo lo relacionado con ese tema.
Pero ahora vemos que jóvenes estudiantes están siendo secuestrados y masacrados; eso nos llena de horror pues esta indefensión sólo puede ocurrir en un estado rebasado, donde las autoridades ya no pueden brindar las mínimas condiciones de seguridad para sus ciudadanos. Que cualquiera pueda ser objeto de un acto criminal de muerte es como estar muerto de antemano.
Ya lo dice el escritor Armando Ortiz en la introducción de su libro Todos estamos muertos: «El volumen (de cuentos) es el compromiso de un escritor con esta realidad que nos azota, que nos acompaña, que nos lacera. Es también un relato del Veracruz que nos dejan nuestros últimos tres gobernantes. Y es que ante tanta corrupción, ante tanta codicia, ante tanto cinismo, ante tanta impunidad, ante tanta inseguridad en Veracruz, todos estamos muertos».
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