Elena Córdova / Vive en el recuerdo de muchos veracruzanos que gustan de la buena, ágil, creativa e ingeniosa lectura, el agradecimiento eterno de un gran maestro de literatura, profesor universitario, actor, periodista, escritor (y quizá un buen político a su manera) nacido en la capital del país, pero que siempre dijo que era orgullosamente veracruzano de corazón. Hablo de German Dehesa Violante.
Agrego un importante dato: tan así fue su amor por nuestro estado veracruzano que, en su testamento, heredó toda su biblioteca personal que consta de más de siete mil libros, a sus lectores y admiradores, misma que fue recibida por la Universidad Veracruzana (UV) en el año 2010, y se puede ver y leer en la Unidad de Servicios Bibliotecarios Informáticos (USBI) Xalapa. De él recuerdo varias lecturas, pero hay una en especial que se intitula: “La terrible incomunicación” y es parte de su libro “¡Qué modos! Usos y costumbres tenochcas” y en la que cita, con ese fino humor que lo distinguía, de los problemas de incomunicación que se viven actualmente a pesar de contar con tantos avances tecnológicos en esta materia, tanto entre las parejas al igual que entre todos los seres humanos modernos que de una manera u otra socializan. Hay una frase que le robo para ilustrar mi texto: “Es terrible la soledad de dos en compañía”.
El tema viene al caso, pues hace unos días tuve la no grata experiencia, al igual que muchos ahora, de estar un tiempo, tomar café y platicar con una persona, pero ésta se pasó mayor parte del tiempo revisando su celular, mandando y recibiendo mensajes; viendo internet y sus redes sociales. Y lo más curioso, es que no fue por descortesía, ni por desinterés, más bien pienso que es tal su dependencia por este equipo que raya en una penosa y probable adicción. Este momento, también me hizo voltear y echar una mirada a mi alrededor del lugar público, y les prometo no eran pocos: niños, jóvenes, adultos y hasta persona de la tercera edad que lejos de entablar una buena comunicación fraternal, familiar o casual, prefieren muchos instintivamente, estar pegados a su celular y dejar pasar la oportunidad de platicar y escucharse a sí mismos. En pocas palabras, dijeran mis mayores, de estrechar aún más los lazos familiares y de amistad.
El embarazoso momento, también me recordó lo que leí alguna vez sobre la llamada generación Millennials, la cual se refiere a las personas, jóvenes, nacidos entre 1981 y 2000; hoy en día con edades que van entre 15 y 35 años y son los hijos de la generación del Baby Boom. Como es lógico, son muchas las características que los distinguen, pero sobresale que este sector poblacional, como bien dice un estudio especializado en mercadotecnia, es “la población ideal para las marcas y vendedores”. En un artículo de la revista Forbes, edición México, denominado “Millennials, ¿talón de Aquiles para empresas mexicanas?”, cita que los Millennials representan aproximadamente una cuarta parte de la población mexicana (casi 30 millones), según datos del INEGI. Ahí mismo, se lee que Page Personnel, una firma consultora de reclutamiento especializado, que “los Millennials se caracterizan… por particularidades como el poseer las últimas innovaciones tecnológicas, tener una necesidad por estar conectados constantemente a Internet, ser egocéntricos, tener relaciones estrechas con sus marcas favoritas y, al mismo tiempo, priorizar el cuidado de su entorno y el medio ambiente”.
Por otro lado, no encontré un estudio o algo parecido que me dijera qué leen, al respecto del tema, los Millennials en México, pero sí hallé un interesante experimento hecho en Bogotá, Colombia, que creo necesario citar: “Si usted pone en una mesa un celular y un libro, ¿qué es lo primero que va a coger?”. El experimento lo propone Yadir Rodríguez, estudiante de décimo grado del Colegio Rafael Delgado Salguero, en la localidad Rafael Uribe Uribe de Bogotá. La respuesta la da él mismo: “la gente normal cogería el celular, ¿no? Se va a distraer más y ahora todos se enfocan más en la tecnología”. El comentario de Rodríguez surge en medio de una conversación en la que él cuenta qué lee dentro y fuera del colegio, qué le interesa, qué le gusta a sus compañeros y, sobre todo, por qué no se leerá más en este país”.
Para comprobar lo anterior, bastaría con entrar al cuarto o recámara de un joven Millennials en México, y difícilmente encontraremos una buena dotación de libros, de novelas, cuentos, pero seguro no faltará un USB, cables de HDMI, batería externa, audífonos… y por supuesto, la agradable compañía de su indispensable Smartphone.