Armando Ortiz / Ya lo decíamos en un artículo anterior, los jerarcas de la iglesia católica tienen problemas realmente graves como para andar perdiendo el tiempo en mitotes, tratando de evitar que se legalicen los matrimonios entre personas del mismo sexo. La inseguridad es más grave que contemplar a dos personas que se aman legalizando su relación. Todo esto lo decimos por lo sucedido en Poza Rica. Dos sacerdotes fueron sacados de una parroquia para después ser asesinados por personas desconocidas, siendo abandonados sus cuerpos cerca de Papantla. Ya habían sucedido robos a parroquias en esa zona, ya se había solicitado más elementos de seguridad, sin embargo las cosas antes que mejorar se agravan.
El crimen ha conmocionado a la comunidad. Sobrecoge la violencia y la alevosía en contra de estos ministros, que por supuesto el gobierno estatal no se atreverá a criminalizar; son sacerdotes, no periodistas. La exigencia de justicia es ahora, pero la solicitud de seguridad es un clamor que ya viene desde tiempos atrás. El mismo Hipólito Reyes Larios hablaba de que la inseguridad es un verdadero problema en Veracruz. En el sexenio de Fidel Herrera señalaba que la inseguridad era “el talón de Aquiles” de la administración fidelista. Sin embargo, esperaba que el “mesías” de Nopaltepec entregara al final de su sexenio buenas cuentas; cosa que no sucedió.
Recientemente Javier Duarte en sus mensajes de twitter se atrevió a decir que él dejaba un estado completamente seguro. Ahora vemos esa realidad que él se niega a contemplar. Esta es la seguridad que deja Javier Duarte.
La iglesia por supuesto no puede quedar callada ante estos crímenes. Seguramente lanzará un reclamo tibio, un llamado de atención, un ruego de alivio, y es que la iglesia no puede reclamar con dureza al gobernador que les concedió su ley del “Sí a la vida”. Ahí está el precio que tienen que pagar: el silencio ante el dolor, ante la impotencia.
Los jerarcas católicos se sintieron distinguidos cuando Javier Duarte les concedió su capricho. Legalizaron la ley “Sí a la vida”, que criminaliza a las mujeres que decidan abortar. El día martes 19 de septiembre la ley “Sí a la vida” muestra su verdadera esencia; con Javier Duarte en Veracruz, la ley es un “Sí a la muerte”.
Postdata 1: Peña Nieto el estadista
De acuerdo con el diccionario de la RAE, un estadista es una “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”. Otra fuente señala que “este calificativo engloba o comprende asimismo a las personas que están por encima de las divisiones partidarias y de los sectores, en inquieta y creativa búsqueda del bien común y asumiendo plenamente sus propias responsabilidades”. Un estadista no necesariamente es un jefe de estado, pues una persona que posee los conocimientos, las habilidades y los contactos suficientes como para controlar los asuntos de Estado también puede ser considerada un estadista.
Verdaderos estadistas han sido pocos, a la mayoría se lo reconocen sus méritos sin cuestionarlos: Nelson Mandela, Winston Churchill, Margaret Thatcher, Henry Kissinger, Barack Obama, Charles de Gaulle, entre otros son considerados indiscutiblemente estadistas.
Pues aunque usted no lo crea, la Asociación de Política Exterior de Nueva York le otorga a peña Nieto el “Premio al Estadista”.
Enrique Peña Nieto, con sus fallidas políticas públicas, con sus reformas que no han dado los resultados esperados, con la corrupción de su Casa Blanca y los dispendios de su esposa, hijas e hijastra, con el entreguismo a Donald Trump y con un peso devaluado, pues se requieren 20 de ellos para comprar un dólar, difícilmente puede ser llamado estadista. Antes bien, de existir un antónimo, ese sería el calificativo para Peña Nieto, y de no existir un antónimo para estadista, el neologismo “peñanietismo” podría ser usado como tal.
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