Ellos sabían de las consecuencias. El odio exacerbado que los mexicanos sienten por el ofensor extranjero se conjuga con la baja popularidad del Ejecutivo nacional. Tal pareciera que el presidente Peña quisiera sepultar desde ahora a su partido. La loza que acaba de colocar al PRI, con esta estrategia diplomática, ha calado muy fuerte entre la clase política de su propio partido.
Algunos miembros de su propio gabinete no se explican por qué el presidente no invitó directamente a Hillary Clinton, si es la candidata puntera y con mayores posibilidades de remplazar a Obama. Por el momento los políticos del PAN están de fiesta con esta estrategia, y al parecer los de Morena, dentro de su perplejidad, apenas comienzan a asimilar la acción presidencial.