Si los funcionarios duartistas supieran que su labor en la administración pública ha sido intachable, entonces no tendría ningún temor de que la justicia los alcance. Si ellos supieran que el manejo de los recursos que les han confiado es irreprochable, no andarían a salto de mata en los terrenos de las leyes.
Si estos funcionarios estuvieran seguros de que ellos no rompieron los platos, entonces no andarían con el temor de que alguien se los cobrase. Si estos funcionarios no saquearon nada de los miles de millones de pesos que según la Auditoría Superior de la Federación no se puede comprobar en qué se gastaron, entonces no andarían buscando amparos.
Pero el caso es que tanto Salvador Manzur, Tomás Ruiz González, Gabriel Deantes Ramos, Carlos Aguirre y José Francisco Díaz Valenzuela saben que sus pecados están a punto de ser descubiertos por las autoridades federales y por ello han decidido ampararse para no ser detenidos por la orden de ningún juez.
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