Sergio González Levet / He venido relatando -y hoy prometí concluir- la aventura informática que me confió un lector yucateco, don Roberto Kahuich, quien fue víctima de un fraude cibernético hecho seguramente por un profesional que se dedica a timar personas en la red y seguramente tiene todo un equipo de profesionales dedicado a este malévolo fin.
Ya conté que se hizo amigo por Facebook de un pretendido ingeniero petrolero de nombre John Houston, un norteamericano que estaba trabajando en Siria, quien le dijo que tenía intención de invertir en México una buena cantidad de dinero, que había logrado ahorrar a lo largo de su carrera.
La cantidad eran 4 millones de libras esterlinas, y después de muchas conversaciones le dijo que se las iba a transferir a una cuenta desde Londres, para que él las invirtiera en compra de edificios de oficinas y de departamentos, en México, con el fin de rentarlos, y que a cambio le daría una jugosa comisión.
Hay que imaginar toda la serie de mensajes, llamadas, informaciones con las que el tal Houston y después un pretendido abogado suyo atiborraron a nuestro amigo yucateco, al grado tal que lo pusieron en un estado de tensión permanente.
Le mandaron también una larga serie de documentos con membretes oficiales o de empresas y bancos conocidos de Inglaterra, con lo que terminaron de convencerlo de que la transferencia se estaba realizando.
Pero de ahí empezó la fase final del fraude: el ingeniero le dijo que como estaba en Siria no podía hacer la transferencia y había decidido enviarle el dinero en efectivo, en un cofre cerrado que mandaría por medio de una agencia de entregas internacionales.
Un día después se comunicó con él una persona de acento norteamericano, quien le dijo que era el abogado-diplomático responsable de entregar el arcón millonario, y que ya estaba con él en el aeropuerto de Monterrey, pero que necesitaba pagar una fianza de 75 mil pesos, para que la aduana le permitiera ingresarlo al país.
Aquí hay que entender el estado mental del señor Kahuich, quien por un lado pensaba que estaba haciendo el negocio de su vida, pues la comisión que ganaría era muy jugosa, y por el otro recibía la presión de esos verdaderos especialistas del manejo emocional.
Así que consiguió el dinero, y lo depositó a una cuenta de un banco nacional que le indicaron.
Pasó un día, se volvió a comunicar con él el abogado-diplomático y le dijo que iba a necesitar otros 111 mil pesos, porque el monto total de la fianza era de 186 mil pesos.
Ahí el señor Kahuich empezó a darse cuenta de que había caído en una trampa, que ya había perdido 75 mil pesos, y que encima le querían embaucar otros 111 mil pesos, y tal vez más, si se seguía dejando. Así que dio por terminada la relación con esos tipos, les dijo todas las groserías que cabían en su léxico y de esa manera desquitó mínimamente su coraje.
Me cuenta don Roberto que acaba de entablar pláticas con la policía federal, particularmente la del área científica, y que están tratando su caso.
Me promete contarme lo que suceda en adelante, pero me pide que alerte a los lectores sobre este tipo de fraudes, que se comenten constantemente en todo el mundo, hasta en Mérida. ¡mare!