Arturo Reyes Isidoro / De las 112 fotos que subió ayer la Presidencia de la República en la sección Galerías de su página oficial de la ceremonia de graduación de cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar de Antón Lizardo, en las que aparece el presidente Enrique Peña Nieto, en algunas se le ve sonriendo.
Se vio que la encuesta del diario Reforma, en la que el 74 por ciento de los mexicanos reprueba su gestión y sólo el 23 por ciento lo apoya, al menos no le quitó la sonrisa.
El periódico anotó un detalle para significar el grado al que cayó el Presidente: en 21 años desde que inició sus encuestas es la tasa de rechazo más alta registrada de una gestión, posicionándose, así, Peña Nieto, como el peor evaluado desde el sexenio del presidente Ernesto Zedillo, priista como él.
Así resumió los resultados:
Más del 60 por ciento de la población percibe un deterioro en la seguridad pública y la economía del país, mientras que cerca del 70 por ciento considera que la pobreza y la violencia han aumentado en el último año.
La percepción coincide con un incremento en la desaprobación al trabajo de Peña Nieto en todos los rubros de su gestión, particularmente educación y seguridad.
La encuesta realizada a mil 200 adultos, del 4 al 7 de agosto pasado, muestra que la aprobación al mandatario cayó siete puntos porcentuales en el último cuatrimestre, alcanzando solamente 23 por ciento.
La proporción de consultados que opina que la corrupción en el Gobierno federal ha aumentado en el último año pasó de 40 a 55 por ciento.
Así, 7 de cada 10 mexicanos consideran que el país va por mal camino y casi 8 de 10 reprueban al gobierno de Peña, o sea, sólo 2 lo apoyan. Me atrevo a pensar que está peor o por lo menos igual que Javier Duarte en la calificación que le dan los veracruzanos.
La encuesta incluyó a ciudadanos y a líderes de opinión, por lo que hacia adentro del Gobierno Federal debe ser preocupante, si no alarmante, aunque el Presidente lo haya tratado de disimular en público ayer cuando pisó suelo veracruzano.
En la aldea local yo sigo escuchando si no confiados sí muy optimistas a actores políticos priistas relevantes con respecto a las elecciones municipales de 2017 y a las de Presidente, Gobernador, senadores y diputados en 2018, algunos incluso casi seguros de que van a ganar y de que van a recuperar la gubernatura. Advierto que también a algunos los incomodo cuando les digo que no lo veo así o que no lo veo fácil.
Durante el pasado proceso electoral en Veracruz, en las encuestas que se levantaron, los veracruzanos reprobaban por igual las gestiones tanto de Peña como de Duarte. Sus cifras iban casi parejas. El resultado de la elección confirmó el descontento: la mayoría votó en contra, algunos por la derecha (el PAN) y otros por la izquierda (Morena).
El desastre que heredará Javier Duarte, el cúmulo de problemas con el que nos quedaremos los veracruzanos (por ejemplo, pagar nosotros y varias generaciones de nuestros descendientes la deuda que oficialmente van a reconocer en 90 mil millones de pesos) mantendrá abierta la herida de la inconformidad y el descontento popular.
Como si para el PRI con Duarte no fuera ya suficiente por su desastroso gobierno y los señalamientos y acusaciones por actos de corrupción y sus mansiones de Woodlands, con Peña Nieto tampoco canta mal las rancheras. La Casa Blanca y los departamentos en Miami que atribuyen a su esposa y están bajo sospecha de tener que ver con actos de corrupción han sentenciado ya al Presidente aun antes de que termine su gestión y eso explica su estrepitosa caída en la calificación que le dan los mexicanos.
Una golondrina no hace verano y si bien el tricolor tiene figuras que se salvan, son las menos frente a la legión de militantes y simpatizantes probados en el ejercicio público y que no podrían explicar convincentemente el origen de sus fortunas.
Todo eso le pesará al priismo y la encuesta de ayer de Reforma debiera urgirlos a dar muestras reales de que van en serio contra todos los responsables por actos de corrupción y que van a dar la oportunidad de que surjan nuevas figuras, jóvenes, con un limpio pasado aunque no sean muy conocidas ahora pero que labren un nuevo camino que los lleve a recuperar credibilidad y confianza ciudadanas.
Pero no se ve cómo lo podrían lograr y el ejemplo más patente de ello es la disputa que ya se traen por hacerse del control de su Comité Directivo Estatal figuras mal calificadas, impresentables, que resumen todos los vicios y las malas prácticas del viejo priismo del que los veracruzanos ya no quieren saber nada.
En Veracruz no se ve cómo con sus dos grandes ¿“líderes”?, Peña y Duarte, con el mal resultado de sus gobiernos, van a enfilar a su partido y a los candidatos de su partido a una clara y contundente victoria en 2017 y 2018. Pero dejemos que lleguen los tiempos. Por lo pronto, ya los ciudadanos han enviado un mensaje por adelantado: sólo 2 de cada 10 los aprueban.
Duarte paga los platos rotos
Si no fuera porque ya se esperaba, se diría que quien pagó los platos rotos fue el gobernador Javier Duarte de Ochoa, para quien no hubo ayer apapacho presidencial, vamos, ni saludo y sólo una sola mención a su presencia pero sin mencionar su nombre, al iniciar Peña su mensaje en la Heroica Escuela Naval Militar de Antón Lizardo.
Su amigo, ¿o ex amigo?, creo que se portó rudo con él. Rompió una tradición, el protocolo que se mantuvo inquebrantable a lo largo de la historia hasta ayer, de que como anfitrión y por respeto institucional el gobernador siempre recibía al Presidente apenas bajaba del avión presidencial en el aeropuerto internacional Heriberto Jara, lo que no ocurrió. Le dieron la bienvenida sólo los Secretarios de la Defensa Nacional y de Marina.
Me resisto a creer que porque Duarte no quiso ir a recibirlo. Tampoco que porque el Estado Mayor Presidencial (EMP) le hubiera impedido el paso. ¿Es que le indicaron que se concretara a esperar en la Escuela Naval, donde además no lo dejaron que se le acercara? Creo que el EMP, que es el que organiza todo el protocolo, le faltó el respeto a Veracruz y a los veracruzanos, porque finalmente en teoría nos representa y se trataba de su investidura, no de su persona.
Pero palo dado ni Dios lo quita. De las 112 fotos de la Galería de la Presidencia sobre el acto, en ninguna tampoco se ve a Duarte cerca de Peña, vamos, ni siquiera se ve. Se advierte que a propósito todas las tomas las hicieron a partir de Lorena Cruz Sánchez, la presidenta del Instituto Nacional de la Mujer, quien estaba a su lado, de tal forma que no quedó en ningún registro.
En cambio, subieron una foto en la que se ve al presidente del Tribunal Superior de Justicia, Alberto Sosa Hernández, saludando al Secretario de Marina, otra en la que aparece el alcalde de Alvarado, Octavio Ruiz Barroso, saludando al propio Peña, y una en donde atrás del Secretario de la Defensa y cerca del Presidente se ve al alcalde jarocho Ramón Poo Gil.
No cabe duda. El gobernador está en plena desgracia política.
Silva, canoso
Una foto que tuiteó Alberto Silva Ramos lo muestra recibiendo el saludo del Presidente. Pero algo que se advierte es que en cuestión de días encaneció (¿o es que se pintaba el cabello de negro?), pues apenas a finales de junio principios de julio (estuvimos en una comida) se le notaban apenas algunas líneas blancas. ¡Chin! Duarte ya casi semicalvo y ahora Silva canoso. El precio del poder, no cabe duda.
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