Aurelio Contreras Moreno / Mientras las autoridades entrantes y salientes del estado siguen enfrascadas en su guerra personal, en Veracruz se sigue degradando el ambiente de convivencia social, lo cual pasa invariablemente por el tema del ejercicio periodístico, que sigue siendo blanco de agresiones y actos de intimidación propiciados desde el poder público y económico.
De nueva cuenta, el pseudoempresario periodístico José Abella García amenazó a un reportero veracruzano. Esta vez, al corresponsal de Proceso en la entidad, Noé Zavaleta, quien en su libro de reciente publicación, “El infierno de Javier Duarte: crónicas de un gobierno fatídico”, refirió lo que es ampliamente conocido: que el “combativo” dueño del diario “El Buen Tono” ha recibido recursos públicos estatales para su rotativo, lo cual es por demás evidente en su línea editorial -ponzoñosa con los críticos del régimen y complaciente con el duartismo, que como premio lo incluyó en la lista de acreedores que recibirán pagos con recursos del impuesto a la nómina-, así como en su seguridad personal, asignada a elementos de elite de la Secretaría de Seguridad Pública, que pagamos los ciudadanos.
De la misma manera como lo hizo hace unos meses con quien esto escribe, Abella García envió sendos mensajes a Noé Zavaleta, plagados de la vulgaridad que caracteriza al también transportista e integrante del “jet set” de la ciudad de Córdoba, y en los que, tal cual acostumbra, retó al periodista a liarse a golpes con él.
Pero el tema se tornó aún más grave luego de que trascendieran los mensajes de Abella a Zavaleta. En un correo electrónico, enviado desde la cuenta [email protected] bajo el título “Reporteros Coludidos con el Crimen”, se incluyeron fotografías viejas del corresponsal de Proceso en Veracruz y del reportero porteño Andrés Salomón –que ninguna vela tenía en este asunto- con rifles de alto poder en las manos, que fueron tomadas en eventos públicos del rubro de la seguridad. En una de las fotos incluso se ven claramente elementos de la Fuerza Civil del estado presentes.
Dicho correo –del que José Abella se deslindó en su Facebook, pues la cuenta lleva el nombre de su hermano Salvador, con quien no lleva buena relación- fue retomado y difundido masivamente desde una de las cuentas apócrifas manejadas por los sicarios cibernéticos del gobierno de Javier Duarte, y en donde se escribió, entre otras cosas, que “Abella vuelve una vez más a amenazar a reporteros, pero ahora les da una sopa de su propio chocolate el exhibir (sic) fotografías en donde les dice que tanto hablan de violencia y de muerte de periodistas, y ellos son los principales en estar mezclados y maiceados por los malosos (sic)”.
La intención de relacionar a estos periodistas con el crimen organizado es manifiesta, dolosa y sumamente peligrosa. En el río revuelto del fin de sexenio, cuando el vacío de poder y autoridad ha generado una violencia que se sale de control en varias regiones de la entidad, la irresponsable perversidad del régimen duartista al difundir esta clase de infamias, aunada a la impunidad con que el pseudoempresario periodístico cordobés continúa hostigando periodistas que le dicen sus verdades, crean un escenario de alto riesgo para los dos compañeros involucrados, así como para el gremio periodístico en general.
El gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares, condenó los hechos y expresó solidaridad con los periodistas intimidados, lo cual es lo mínimo que podría esperarse de él.
Uno de los mandatos de la elección del 5 de junio en Veracruz fue, precisamente, poner fin al horror y a la violencia contra los periodistas, misma que ha propiciado 19 asesinatos de reporteros en este sexenio. Como resulta evidente, nada ha cambiado aún.
Los periodistas veracruzanos sabemos exactamente qué esperar de Javier Duarte en ese sentido: lo peor. Y por ello, ya ni siquiera se le pide nada, es inútil. En el caso de Miguel Ángel Yunes Linares, aún no sabemos qué esperar. Pero algo es seguro. No habrá silencio ni resignación si la violencia persiste, en cualquiera de sus variantes. Es parte del cambio que le ordenaron los ciudadanos en las urnas. Esperemos que esté a la altura de las circunstancias.
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