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Las armas, el común denominador y algunas preguntas

Jorge Viveros Pasquel / En la violencia que vivimos el “común denominador” ha provocado el cambio de hábitos en un porcentaje importante de la población mundial y no es necesario hacer un análisis profundo basta darse cuenta que gran parte de la información que recibimos a través de los medios masivos de comunicación se relaciona con la violencia armada y como cada vez ocupa más espacios en los mismos; las recientes ejecuciones en Tamaulipas, Sinaloa o Guerrero, los asesinatos de policías en Estados Unidos, gran parte de los ataques en Medio Oriente del Estado Islámico, la violencia en las favelas de Brasil, los golpes de estado en el que mueren civiles, las limpiezas étnicas que arrasan con poblaciones enteras en países de África, la inseguridad en Venezuela, el miedo en Francia, los tiroteos en países del llamado “primer mundo”, etc.

Las armas que se producen y comercializan a través de empresas legalmente constituidas son responsables de más muertes que las provocadas conjuntamente por las drogas y varias enfermedades (como la recientemente famosa fiebre del Zica). A pesar de esto, poco o nada sabemos de las empresas que las fabrican y con las cuales mueren millones de seres humanos, lo más que llegamos a conocer es que son  China, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Inglaterra e Israel los países en donde más cantidades se fabrican y de ahí por alguna razón la información no fluye o simplemente nos hacen pensar que no existe.

Éstas empresas multimillonarias (igual que Costco, Wal-Mart, Ford, Exxon, etc.) deben tener dueños y/o accionistas con nombres y apellidos, en algún lugar deben llevarse a cabo las reuniones en donde se decide más o menos a quién, en dónde y cuántas armas vender sin que aparentemente en esas reuniones de negocios importen más las vida de millones de jóvenes, mujeres y niños al hecho de cómo hacer más ligero un fusil o más letal una bala o las ganancias que se generen.

Sin embargo si analizamos fríamente, hay gente o familias enteras que hoy con el dinero de estas transacciones compran aviones, yates, casas, pagan viajes y hasta conciencias. ¿Nadie les ha dicho que son corresponsables de las malas noticias que usted y yo tendremos que oír mañana?, ¿Por qué no podemos señalarlos como señalamos a los terroristas que matan, como a los asaltantes que amenazan, a los narcotraficantes que a punta de plomo imponen sus leyes o como a los violadores que con un arma amagan a su víctima?, ¿Cómo es posible que los dueños de las fábricas o los que las comercializan hoy jueguen tranquilamente golf en algún lugar del mundo?, ¿Por qué ellos entran y salen tranquilamente de México u otros países con altos índices de violencia y no sabemos quiénes son?, ¿Por qué las víctimas de esta violencia no pueden saber los nombres de estas familias?, ¿No deberíamos, por lo menos, prohibirles la entrada a nuestro país? Y para los que piensan distinto, ¿cuándo fue la última vez que supo de un hombre o una mujer que logró salvarle la vida a su familia gracias a que usó un arma contra los delincuentes en legítima defensa?, ¿Cuál ha sido el beneficio social en los países que permiten su libre portación y tenencia?

Las respuestas no son muchas.

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