Carta abierta a los valientes maestros de la CNTE

Maestros de la CNTE al pie de lucha
- en Opinión

Luis Ortiz Ramírez / Esta carta va dirigida a principalmente a mis compañeros de lucha, pero también a los padres de familia y  a muchas generaciones de alumnos a las que les di clases y  que hoy seguramente son profesionistas sin empleo.

Compañero de lucha: si hay algo de lo que me enorgullezco en mi vida es de ser Maestro, igual que tú. Hace un tiempo, leyendo  a  Paulo Freire, entendí la importancia de luchar por la igualdad de los derechos de los niños y el respeto a la dignidad humana. Esta vez lo hago  junto a muchos  hombres, que al igual que yo, no contamos con apellidos rimbombantes, ni palancas, ni dinero para comprar una plaza.

Tengo la plena seguridad que el  fracaso educativo en México tiene dos culpables. Estos son  el Estado y los miembros distinguidos del SNTE. Un sindicato corrupto, que solo se enriqueció con nuestras cuotas. No somos los maestros, como lo señalan los empresarios en sus propios canales de comunicación. Es muy cierto que nos han  humillado, nos han endilgado cuentas que nosotros  no consumimos. Fueron ellos, los funcionarios, en contubernio con los avarientos líderes sindicales, mimados por una grey de miles de corifeos que nunca han  usado un gis  en un gastado pizarrón como sí lo hacemos nosotros.

Por esas  razones  salí a la calle a marchar como tú, a exponerme  a los gritos de la gente que no me bajaba de flojo y revoltoso, como los taxistas. Sin embargo no los culpo, también  ellos han sido rehenes  de las reformas rapaces que se han implementado.

Al igual que tú,  compañero maestro, soy de esos que hombres que  luchan por conseguir lo que se proponen aunque esté expuesto al ridículo. Soy de los maestros que buscan superarse y que basa su felicidad en cimientos sólidos como son: Dios, la familia, los  amigos y el trabajo.  Quiero recordarles que la lucha contra los cacicazgos y la injusta reforma educativa, no ha llegado a su fin, aunque muchos quisieran que ésta ya terminara.

Por eso mismo, a pesar de las desgarradoras circunstancias y de los golpes recibidos, a pesar del dolor infligido y de la indiferencia vergonzosa y cobarde de muchos, de  la incertidumbre, los miedos y las sombras de la duda  de muchos  compañeros maestros, que marcharon hombro a hombro junto a nosotros,  y que hoy, sin dignidad y movidos por el interés de una cuantas horas,  regresan a justificar y solapar los cacicazgos sindicales.

Queridos compañeros maestros, hoy más que nunca, es necesario apretar el paso,  seguir adelante desde nuestra escuela, seguir concientizando a una sociedad que se resiste al cambio.  Quiero que sepan que este humilde maestro, desde lo más hondo de su  corazón se niega a abandonar  la lucha Magisterial contra la Reforma y el caudillismo corrupto y cínico de muchos directivos y líderes sindicales, como lo es Juan Díaz de la Torre.

Puede que me llamen iluso, puede que me llamen loco y tal vez tengan razón, sin embargo, así le llamaron también a Galileo Galilei, a Paulo Freire, y a muchos más, sin embargo, la historia les dio la razón, hoy sus nombres están escritos con letras de oro.  Yo no aspiro a eso. Yo sólo quiero que sepan, queridos compañeros de lucha, que sin importar cuántas veces caiga o me tiren, miraré al frente, me levantaré y seguiré caminando en busca de mis sueños, junto a miles de maestros  que saben que la dignidad vale más  más que la necesidad o la aprobación de algún ser humano.

Es cierto que podrán despojarnos de todo, pero estemos seguros que jamás nos quitarán nuestra  libertad interior, porque ya somos ganadores.

Hoy el maestro mexicano, sobre todo en el sur del país, sabe reclamar y exigir sus derechos. Discúlpenme los incondicionales, y  supeditados al poder,  pero no hay espacio para los cobardes en mi vida.

Estoy muy consciente, al igual que ustedes, de que puedo seguir perdiendo la aprobación de varios,  y que muchos me dirán que estoy en el camino equivocado, pero eso no me quita el sueño. Y saben porque, porque a pesar de tener a muchos en contra, jamás me podrán arrebatar mi verdadero patrimonio, como es, mi  honor, mi dignidad, mis sueños, y sobre todo, lo más valioso; el ejemplo de lucha que dejo  a mi pequeño hijo. Eso es mi verdadero tesoro. Juntos hasta el final.

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