Brasil no es el mejor lugar para una celebración de esta magnitud, tiene graves problemas sociales serios, una pandemia latente como el sika, una presidenta defenestrada y la inseguridad que inundan las calles de las grandes metrópolis, como la ciudad sede de los olímpico, Río de Janeiro. El país sudamericano no garantiza, por lo pronto, las mejores olimpiadas de la historia, es más no pueden garantizar siquiera la integridad de atletas ni turistas que arribarán por miles a la sede olímpica.
Para colmo, policías y bomberos de Río de Janeiro en estos momentos se están manifestando por falta de pago en sus salarios. Se manifiestan fuera del aeropuerto de la ciudad carioca con pancartas dando la bienvenida «al infierno»; advierten en esos mismos carteles: «A la policía y a los bomberos no se les paga, quien venga a Río de Janeiro no estará seguro».
Esperemos que cuando se encienda el pebetero e ilumine el cielo brasileño el próximo 5 de agosto, haya tregua en este convulsionado país lastimado por la sombra de la corrupción, y se puedan disfrutar de unos juegos olímpicos. Aunque, cabe preguntarse si a casi un mes de los juegos, ¿Brasil está preparado?