Ahora sabemos que la fórmula para poner al Gobierno Federal de rodillas consiste en lo siguiente; primero, un revés electoral a lo largo y ancho del país, después añada usted movilizaciones magisteriales crecientes, y no sólo eso, el mismo gobierno debe contribuir con feroz represión, dejando cientos de heridos y, finalmente, matar a 10 manifestantes, todo esto para llamar la atención de la comunidad mundial.
En realidad, en muy poco tiempo el gobierno de Peña Nieto, como una bola de nieve, vio crecer el descontento en más de 50 ciudades del país. Empleados, trabajadores de Pemex, doctores, maestros, campesinos, estudiantes, empresarios han salido a las calles a protestar. Los asesores estrella cercanos al presidente no tuvieron la capacidad de predecirlos.
Mañana domingo, los orejas y el equipo de inteligencia del Gobierno Federal estarán muy atentos a lo que diga el líder izquierdista, Andrés Manuel López Obrador. El riesgo de un estallido social no sólo está en el encono y enojo de la gente, también depende de cómo los operadores de Peña Nieto manejen los delicados asuntos que afectan a la sociedad. Aunque esperemos que casos como los de Nochixtlán, Oaxaca no vuelvan a repetirse y el gobierno entienda el valor del diálogo.
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