Javier Duarte, no puede haber reconciliación

Javier Duarte y parte de los duartistas FOTO: WEB

Armando Ortiz / Reconciliar es un verbo que se utiliza para reunir, para restituir a los descarriados; pero reconciliar se utiliza también para ofrecer una confesión de culpas ligeras. Uno de los sinónimos de reconciliar es perdonar.

Cuando el agravio no es grande entonces se puede llegar a una reconciliación. Es como la parábola del hijo pródigo que pidió le dieran su herencia para gastársela en fiestas con vino y prostitutas. Cuando el hijo cayó en desgracia y ansiaba comerse las algarrobas de los puercos que cuidaba decidió regresar a casa y buscar a su padre para reconciliarse con él. Pero en este caso el hijo había cometido agravio en contra de sí mismo, por ello, más que reconciliarse con el padre el joven se reconcilió con él.

Pero, ¿qué pasa si el agravio es muy grave? En este caso no puede haber reconciliación, no puede haber perdón, un borrón y cuenta nueva. Es por ello que las leyes de los hombres exigen una sanción para aquellos que han agraviado de manera desmedida a la sociedad. Cuando el agraviante cometió faltas que dañaron la vida, la salud, el patrimonio de los demás y su futuro no puede haber reconciliación, si acaso una restitución del daño. El caso empeora cuando el agraviante tenía a su cargo el cuidado de un patrimonio común y éste no sólo lo dilapidó, sino que permitió que otros saquearan ese patrimonio, entonces no puede haber reconciliación. Todavía más, si el agravio fue premeditado, con la intención de causar daño menos puede haber reconciliación.

El agravio de Javier Duarte en contra de los veracruzanos fue enorme; las burlas de Javier Duarte y de su gabinete fueron graves; el desdén con que trató a los periodistas asesinados fue cruel; el encubrimiento de sus órganos fiscalizadores fue vergonzoso; su actitud de dictador de pacotilla fue insoportable; su indiferencia ante los reclamos de justicia fue criminal; su avidez será legendaria; su insensatez servirá para que se hagan estudios sicológicos; la deslealtad para con los de su mismo partido resultó épica; la traición contra el candidato del PRI fue vil; el saqueó que llevaron a cabo él y sus funcionarios es descomunal; su cinismo es enfermizo.

Por eso los resultados en las elecciones del domingo, donde un buen candidato como Héctor Yunes Landa poco pudo hacer contra el descrédito de un gobierno vergonzante. Y es que los veracruzanos estábamos hasta la madre de este gobierno corrupto.

Sin embargo la mañana del martes 7 de junio, Día de la Libertad de Expresión, el gobernador Javier Duarte salió, junto con sus cómplices, a pedir reconciliación. Salió compungido, con su cara de falso profeta a pedir unidad. Ahora que la realidad le ha caído como una lápida Javier Duarte pide que lo ayudemos a soportar el peso.

Para esos son las leyes, no para los arrepentidos, sino para sancionar a los responsables. Para que los que cometieron un delito paguen con cárcel el daño que le hicieron a los demás. Para esos son las leyes para ejercerlas y cumplir con el castigo que se les imponga. En caso de que no se haga, el culpable gozará de impunidad, y la impunidad es uno de los más graves cánceres de cualquier gobierno.

Con sus acciones Javier Duarte cavó su propia tumba; él hizo el agujero como trampa para sus enemigos y quien cayó ahí fue él. ¿Reconciliación?, ¡reconciliación mis polainas! ¡Queremos Justicia! ¡Qué regresen todo lo que saquearon!

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