Francisco Berlín Valenzuela* / A pocos días de que se lleve a cabo la elección del futuro gobernador y de los diputados que habrán de integrar la LXIV Legislatura del Congreso del Estado, es conveniente hacer un análisis del proceso electoral en su conjunto, en virtud de que pareciera no haber dejado satisfecho a un numeroso grupo de ciudadanos por diversas razones.
En ese contexto, cabría preguntarse -en primer lugar-, si las campañas electorales veracruzanas se ajustan a lo establecido en el segundo párrafo del artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en cuanto a la integración de los Poderes Legislativo y Ejecutivo y según el cual la renovación de poderes se debe de llevar a cabo mediante elecciones libres, auténticas y periódicas, de conformidad a las bases que se establecen en este artículo.
Se aprecia desde luego, que muy bien podrían hacerse algunos cuestionamientos a la “libertad” que se menciona pues, a nadie escapan las diversas formas de coacción realizadas al ciudadano para presionarles a que voten por determinados partidos.
Se establece también en el apartado A de la Fracción V del artículo 41 que el ejercicio de la función estatal llevada a cabo por el Instituto Nacional Electoral tiene que realizarse de conformidad con los principios rectores de: certeza; legalidad; independencia; imparcialidad; máxima publicidad; y objetividad.
Al reflexionar sobre la forma en que está llevando a cabo sus tareas electorales el Organismo Público Local Electoral (OPLE), resultan manifiestas diversas irregularidades cometidas desde el momento mismo de su integración con el nombramiento de consejeros y funcionarios a modo. No en balde, algunos de ellos tuvieron que ser substituidos por su dudosa reputación. Situación que ha merecido numerosos comentarios -de parte de actores políticos- al conocerse la excesiva intervención oficial para propiciar el nombramiento de personas de muy dudosa procedencia frente a una función que requiere de un alto grado de imparcialidad y profesionalismo.
Como consecuencia, se ha puesto en duda si los actuales consejeros electorales de Veracruz serán capaces de garantizar los mencionados principios rectores cuando se les atribuye una marcada dependencia de los funcionarios estatales que intervinieron para su nombramiento.
Por otra parte, destacan las formas poco democráticas utilizadas -a lo largo de las campañas electorales-, por la mayor parte de los candidatos en las que resultaron evidentes: la falta de contenido programático; pobreza en la propuestas; expectativas demagógicas; excesivas diatribas en contra de los adversarios; falta de urbanidad política; desnaturalización de la verdadera esencia de los partidos políticos al convertirlos en meros instrumentos para la obtención de los cargos públicos y/o en señuelos para la dispersión del voto; y parapeto de coaliciones que aseguren porcentajes y fuerza electoral.
Aunado a todo lo anterior, se ha observado cómo han sido desvirtuadas las encuestas al utilizarlas para crear la falsa impresión de que quienes las contratan son los favoritos del cuerpo electoral, consignando en su favor los porcentajes más altos de la intención del voto. Éste abuso ha contribuido -de singular manera-, al desprestigio de herramientas científicas que en otras partes del mundo sirven para generar confiabilidad en los procesos comiciales.
Los ciudadanos se verían muy beneficiados -y menos confundidos-, si en lugar de espectaculares, encuestas, guerras de lodo, mítines multitudinarios, distribución de utilitarios, pasacalles, etc., los candidatos se interesaran más en hacer un contacto directo y, sobre todo en poner especial énfasis en la elaboración de sus propuestas de gobierno que deberían de ser creíbles y viables. A lo mejor hubieran podido ser pocas, siempre y cuando fuesen certeras para resolver los problemas más urgentes y sentidos de nuestra población. Raya en el ridículo -y hasta en la burla-, espetar como se hizo, un sinfín de promesas que de antemano se sabe serán imposibles de cumplir por el corto tiempo y el reducido presupuesto del que se dispone.
En estas condiciones el electorado veracruzano se está acercando a la fecha en que deberá de emitir su voto. Muchas son sus preocupaciones al estar presenciando un proceso electoral inédito, en el que priva la desconfianza sobre el respeto al sufragio, pues existe una larga secuela de corrupción gubernamental -que inclusive ha captado la atención de la nación-, y que hace pensar en la posibilidad de que se realicen esfuerzos inauditos para hacer triunfar a quien garantice su impunidad.
Es tanta la sospecha y maledicencia que hasta la reciente escalada de violencia criminal -experimentada en una descarnada versión terrorífica-provoca sospechas de que se esté intentando una escaza afluencia de votantes.
La incipiente democracia en Veracruz, cuyos índices de calidad son muy bajos, se encuentra en un momento difícil debido al sombrío panorama existente.
Con ánimo constructivo reflexionamos sobre los aspectos positivos que es posible rescatar a fin de que la ciudadanía encuentre algún aliciente para su participación comicial. Quizá nos convendría aceptar la tesis de que de lo malo, puede surgir algún bien. Es decir, que seamos capaces de utilizar algunos elementos presentes para replantear el camino presente y futuro de nuestra democracia. Como sea que haya sucedido, es un hecho que estamos frente a las elecciones más competidas de la historia reciente de Veracruz. Si esto es producto de la sed de venganza, la manipulación de un ícono del imaginario popular o del descarrilamiento del grupo en el poder, poco importa. En el futuro inmediato habrá que lograr que persista ese equilibrio y que refleje una competencia política más sana y civilizada. Porque cuando existen proporciones equivalentes se posibilita la alternancia como sustratum de la democracia.
Por lo tanto, es necesario que todos los ciudadanos intervengan con la emisión de su voto para preservar y cuidar -como un invaluable patrimonio político-, el equilibrio ya logrado. Con posterioridad habrá tiempo para encauzar aspiraciones y militancias a través de un amplio abanico de posibilidades de participación política-social.
A manera de conclusión, pienso que durante la jornada comicial del próximo domingo, tenemos la obligación de ser muy escrupulosos en que se emita el voto en las mejores condiciones de civilidad política. Y en los días posteriores, nuestra gran tarea ciudadana consistirá en asegurarnos de que la voluntad mayoritaria sea respetada cualquiera que haya sido su preferencia.
*Doctor en derecho. Analista político. Catedrático universitario. Autor de libros sobre derecho electoral y parlamentario.
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