Francisco Berlín Valenzuela / Al acerarnos a casi a la mitad del proceso de las campañas electorales por la gubernatura del estado resulta necesario formular algunas reflexiones imparciales. En primer término, conviene efectuar una apreciación general respecto de todas ellas. Es decir, una perspectiva de conjunto sobre el trabajo llevado a cabo por los siete candidatos en contienda.
Lo que a primera vista puede apreciarse es que cinco de ellos han invertido su mayor esfuerzo en golpear y funcionar como arietes contra la postulación del candidato del PAN-PRD. Hasta pareciera que comparten un encargo común, o que se han mimetizado hasta el punto de compartir: los mismos argumentos; animosidades; pasiones; y materiales para su similar denostación. Para describir su insidiosa actuación cabría utilizar la imagen de “todos contra uno y uno contra todos”.
Los cinco aspirantes (Héctor, Cuitláhuac, Alba Leonila, Juan y el “Pipo”) han venido realizando una descalificación personal, denuncias y ataques a al contrincante azul y a diferentes miembros de su familia.
Llama la atención que tres de ellos provienen de la entraña del PAN y que no obstante su común origen partidario se han sumado sin mayor escozor -o ética política-, a la embestida mediática. ¿Por qué hasta ahora ven los “gravísimos defectos” que antes obviaron y que por el contrario -en un tiempo-, consideraron encomiables virtudes? Ciertamente uno cambia a lo largo de la vida y es válido mutar en sus valores y creencias. Pero lo que llama la atención es que parece un raro fenómeno de conversión y/o de furor colectivo. Aunque en realidad, también pudiera tratarse de un “convencimiento” motivado por intereses mucho más mezquinos, propios de una forma mercenaria de hacer política.
En segundo lugar, resulta de la mayor importancia analizar el nuevo capítulo beligerante protagonizado por el candidato del PRI, Héctor Yunes Landa. Nuevamente decidió subirse al ring con declaraciones agresivas e infamantes hacia su cercano pariente y antiguo correligionario. Su discurso, lleno de encono y de punzantes afirmaciones le ha colocado -otra vez-, en el camino de una dinámica que anteriormente no le favoreció. De hecho, durante el lapso previo a la definición de la candidatura del tricolor, Héctor fue astutamente llevado hacia una imagen pendenciera que estuvo a punto de costarle la candidatura.
En aquel entonces, el gobernador logró crearle un perfil de persona bronca, violenta y rijosa, cuya actitud imposibilitaba apoyarle debido a las declaraciones diarias de que en cuanto arribara al gobierno del estado lo metería a la cárcel. De hecho lograron construirle la fama de sostener un sinsentido consistente en que hablaba como un político de oposición, sin considerar que intentaba suceder a un priísta y que para la gente existe un solo PRI. Para los electores comunes, no hay diferencia alguna, pues para ellos, no existen priístas buenos y malos. Todos son, simplemente, priístas.
Pese a todo Héctor logró la candidatura, pero -por lo visto-, no asimiló el despropósito implicado en hacer uso excesivo del rafagueo mediático.
Hoy, nuevamente cayó en el garlito de presentarse como un francotirador político sin ver que en esa dinámica no tiene nada que hacer. Y todavía peor, que hasta ahora –según se advierte– el experimento, lejos de debilitar a su principal oponente, lo está consolidando, ubicándole –firmemente-, en el tercio desde el que compartirá el triángulo de preferencias en el que –seguramente-, concluirá el proceso electoral. Desde nuestro primer análisis -publicado hace dos meses-, expresamos nuestro convencimiento de que la contienda se iría a tercios. Y hoy, las encuestas apuntan a que así será el comportamiento de las preferencias comiciales.
Hay una clara desorientación en los estrategas que lo asesoran. La posición de pugilista ya probó su ineficacia y ahora, no solo repiten la dosis, sino que han convertido al mensaje impulsivo y arrebatado en el vértice de su campaña.
Ya no hay mucho tiempo, pero en su cuarto de guerra debieron de entender que las verdaderas posibilidades para su triunfo dependen de tres cosas:
- Establecer las dos o tres ideas nucleares en derredor de las cuales formule su oferta política con ideas que le den viabilidad a su propuesta, e identidad a su candidatura;
- Acercar a personalidades académicas, sociales, empresariales, artísticas, deportivas, etc. de probada trayectoria y/o popular aceptación. Es decir, buscar que ellos, con su apoyo público, le transfirieran algo de su prestigio y parte de su incuestionable presencia ética ante la sociedad. Ya que por el contrario, hasta ahora, en muchos de sus eventos para la integración de los presídiums, se hace acompañar de políticos desacreditados y hasta señalados de enriquecimientos inexplicables, o de personajes con desastrosas actuaciones en la administración pública, algunos de los cuales podrían ocupar un destacado lugar en la “galería del terror político de Veracruz”.
- En tercer lugar, la más importante de las cuestiones a considerar: identificar y organizar la promoción del voto de los priístas que constituyen el voto duro del partido así como a los simpatizantes del tricolor. Siempre hemos dicho que una elección es, en esencia, organización. Es claro que esta elección distribuirá los votos en tercios y que la concertada labor de los ex panistas -hoy supuestamente opositores del PRI-, y evidentes adláteres de la andanada anti azul, mermará los números absolutos de la votación.
Dicho de otra manera, dado que los tres candidatos mayoritarios reducirán significativamente sus números absolutos hoy, el secreto del triunfo podría estar en asegurar –como nunca-, el voto leal de los que -hasta con cierta mística-, siempre han sufragado por el PRI identificándoles para sistematizar la emisión de su convencido voto.
Eso sería trabajar para contar con un piso muy firme y confiable, en lugar de desperdiciar tiempo y recursos en gastos de difusión, mítines con acarreados, debates insustanciales, visitas dispersas, ataques mediáticos, etc. que en realidad funcionan como verdaderos escopetazos hacia públicos abiertos en donde se pierde la eficacia del esfuerzo. Es decir, con estrategias adecuadas se evitaría transformar los escasos haberes en buenas intenciones.
Por cierto, llama la atención que el candidato priísta parece esconder la militancia de toda su vida. El logotipo del partido que eventualmente lo llevará al poder, practicante está borrado de su publicidad. Basta con ver los espectaculares en donde el nombre del PRI hay que buscarlo con lupa. Para ganar hay que tener una imbatible convicción y un acendrado sentido de pertenencia porque no hacerlo se transmite, en directo hacia sus colaboradores, y de manera amplia a sus potenciales electores.
Hoy, es perfectamente posible decir -con orgullo-, soy priísta a pesar del desprestigio al que lo han llevado no pocos partidarios que en mala hora han ejercido el poder. No puede haber militantes que sientan algún tipo de vergüenza presentándose ante la sociedad medio ocultando su origen partidista, que se entiende es su razón política de ser y sustento de su ideario.
Por otra parte, es conveniente tener a la vista que como lo habíamos señalado en artículos anteriores, la confrontación escandalosa entre el PRI y el PAN-PRD, al único que favorece es al candidato de MORENA tal como lo demuestran las últimas encuestas.
Cuitláhuac ha venido subiendo poco a poco desde atrás, sin necesidad de hacer buenas propuestas, contratar espectaculares, ni realizar mítines multitudinarios, entregar utilitarios, etc. Es decir, solo se aprovecha del hartazgo ante la corrupción estatal, haciéndose beneficiario, además, del hecho de que muchas personas ven en el enfrentamiento verbal una expresión denigrante, poco edificadora y contraria a la propuesta de ideas que debería de prevalecer en una campaña.
Su posicionamiento no es ajeno al misterioso apoyo de Andrés Manuel López Obrador quien sin disimulos se ha sumado al coro de descalificaciones contra el candidato azul. ¿Será que el crecimiento de Cuitláhuac García no sea tan natural como parece? ¿Existe un plan “B” o “C” en el propósito de descarrilar a Miguel Ángel y/o a Héctor?
No debemos concluir éste análisis sin dejar de mencionar que la verdadera sorpresa en la contienda la constituye el sobrio, ponderado y profesional desempeño de Armando Méndez de la Luz.
Por cierto, finalmente hay que puntualizar que la declaración de Héctor respecto de la existencia de acuerdos entre Duarte y Miguel Ángel Yunes abre otra caja de pandora. Es tal la desesperación por impedir la llegada de una administración que exija cuentas -y también la ambición de llegar al poder-, que no sería imposible pensar en la alianza del azul con el ejecutivo estatal, siempre y cuando se garantice impunidad para el titular, aunque pudieran ir a la cárcel algunos de sus ex colaboradores.
Finalmente, se impone una reflexión más de la mayor importancia. Según se advierte el proceso electoral que analizamos por las inéditas y especiales circunstancias que lo rodean, se encamina a un conflicto postelectoral de graves consecuencias que puede afectar la vida institucional de la entidad, con resultados inimaginables no deseados.
Es de esperarse que la sensatez, prudencia y racional actuación de autoridades gubernamentales y de los diversos actores políticos involucrados en estos comicios, eviten ceder a las tentaciones de un fraude electoral, que se manifestaría en el robo de urnas, relleno de las mismas, falsificación de actas, compra de votos, presiones y acarreo de votantes, movilización de mapaches electorales provenientes de diversos lugares de la geografía local y nacional, pues hacer tal cosa implicaría un retroceso considerable de la democracia en Veracruz.
En las semanas por venir –por sus hechos-, comprobaremos quienes son realmente los ahora candidatos. Todos esperamos que, llegado el final del proceso, podamos decir: estuvieron a la altura del momento y -los siete-, fueron capaces de dominar al lobo que en ocasiones devora a los otros hombres.
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