Edgar Hernández* /
¿Quién propone una estatua para Duarte?
Recordar a Guillermo Zúñiga es evocar lo mejor de este Veracruz nuestro, del México ilustre y el legado que nos han dado prohombres de su talla.
Recordar a Guillermo Zúñiga es decir a las nuevas generaciones que hay esperanza, que tenemos futuro y que es posible tener fe en el porvenir a pesar de los decididos empeños de hombres ruines que en el día a día minan muestras esperanzas.
Hoy Guillermo Zúñiga se suma, en bronce, a la lista de los personajes que todos los días veremos y saludaremos en la tan concurrida avenida de “Veracruzanos Ilustres” en la añosa Xalapa.
Así, tal como lo dijo Pepe Yunes en la develación de un monumento a su memoria, este sabio, amigo y veracruzano ejemplar, intachable en su labor, seguirá presente “porque entre nosotros siguen campeando sus ideales y esperanzas”.
Y es que “la suya fue una existencia extraordinariamente fecunda, su legado se sobrepuso al silencio, trascendió al olvido y burló la muerte”.
Hoy son buenos días para recordar a Guillermo Zúñiga.
A ese gentil hombre, gran caballero, el Guillermo que cargaba en su privilegiada memoria una biblioteca, el orador, el maestro, el fino político, el hombre serio y de palabra para la política. Ese educador que tan solo con su verbo derribaba valladares impuestos por la soberbia y el maltrato.
Férreo luchador social Guillermo siempre se opuso al abuso y la calumnia.
De Dante Delgado lamentó y luchó contra la cobardía y ruindad de sus acciones, misma que lo llevó a que su salud minaría ante la cascada de infamias en su contra.
Esa parálisis facial que ya después fue parte de su personalidad, se sucede con los gobiernos banales y corruptos que jamás perdonaron su talento y amor por la educación.
A Fidel Herrera y a Duarte les debe por estos días, ya después de muerto, toda esa campañita de desprestigio cuando todo un pueblo aplaude esa simbólica evocación a su memoria.
En realidad se debe al gobernador saliente la total responsabilidad por ese desprecio y falta de apoyo para quien pretendía cristalizar el mejor proyecto de educación superior alterno para Veracruz en tiempos de una creciente demanda de espacios educativos de alto nivel.
¿Cómo pretender gestar una universidad alterna a la UV con 20 millones de presupuesto?.. Sin embargo, Guillermo Zúñiga acometió el arrojo que ya mismo se escamotea, desprecia y minimiza.
Previo a la develación de la estatua cincelada para siempre en bronce de parte de la mejor escultora de Veracruz y acaso de México, Edith Berlín, se desató una ruin embestida mediática.
Que si se edificó con recursos públicos –cuando 120 mil millones de pesos robaron quienes hoy acusan-; que si no hubo consenso ciudadano -¿hubiera sido mejor develar una estatura de Fidel o de Javier-, y que si guarda los merecimientos correspondientes –como si algo mejor lo fueran Dante Delgado o el borrachín de Chirinos-.
Me quedó con Guillermo, con don Guillermo, a quien se le recuerda en cada aula y en cada escuela que promovió; su mano se siente en el diseño de un sistema educativo de calidad al servicio del pueblo veracruzano.
Y como dice el senador Yunes Zorrilla “porque fue un funcionario educativo cercano al magisterio al que perteneció y respetó, invariable y profundamente, porque algo de él persiste en las generaciones de jóvenes que encontraron oportunidades en la Universidad Pedagógica, que fundó, o en la UPAV, que creó”.
Me quedó con el campeón nacional de oratoria por encima del Burlador de Sevilla o el de tipluda voz. Dejo en mi corazón y mi espíritu al honorable secretario de educación de la época de don Fernando y al uno de los mejores alcaldes que ha tenido la capital.
Guardo para el legado de mi familia ese ejemplo de hombre sabio y impertérrito ante el insulto y la diatriba.
Aplaudo y me congratulo que a tan relevante evento no hayan asistido los ex gobernadores vivos que tanto cuestionaron su trabajo y que sí hayamos estado presentes quienes no queremos y valoramos, a quien le recordamos su sabiduría tan alejada de la ramplonería y los apodos, del alcohol, las drogas y prostitución disfrazada.
Me quedo, seguramente nos quedamos con ese grato recuerdo para don Guillermo Zúñiga, por su entrega y pasión por la educación, el sentido de su participación pública y posiblemente su misión personal de la cual nunca hizo gala.
Don Guillermo jamás se vanaglorió del alto honor de haber servido a Veracruz como Secretario de Educación en dos ocasiones; jamás destacó su paso como Delegado Federal en la entidad durante las épocas de gran concentración de poder en esa dependencia y nunca resaltó su condición de rector de la UPAV.
Guillermo Zúñiga, tal como lo dijo Pepe Yunes en el homenaje que lo perpetua, “Solamente presumió su condición de maestro rural”.
El homenajeado fue un representante popular comprometido, que nunca dejó de trabajar por el pueblo veracruzano, porque esta entidad era su razón de ser y devoción constante, “por ello hoy venimos a ganarle terreno al olvido para reconocer a un hombre que forma parte de nuestra historia y que vigilará de manera permanente y eterna el destino de nuestro gran estado”.
Veracruz nunca, nunca verá estatuas de Dante, ni de Chirinos, ni Fidel o de Duarte en ningún sitio del solar veracruzano a menos que se erijan como monumentos a la ignominia como el del Porfirio Díaz en Orizaba.
Veracruz, como lloran los rusos a sus 20 millones de muertos de la II Guerra Mundial, ¡Nunca más!
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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