Filiberto Vargas Rodríguez / Tardó diez días Javier Duarte en responder a la versión publicada en este mismo espacio, de su inminente salida.
Lo hizo el lunes 15 de febrero en el World Trade Center de Boca del Río:
“Quienes dicen que ya me voy, efectivamente tienen toda la razón del mundo: me voy el 30 de noviembre. El primero de diciembre de este año termina mi periodo constitucional como gobernador del estado y hasta donde sé, mi secretario de Gobierno no es candidato a gobernador, por lo cual no podría suplirme”.
En la colaboración del 5 de febrero, además de anticipar la próxima partida de Javier Duarte, advertí que, de concretarse la misma, se haría cargo de la administración estatal, en calidad de Gobernador sustituto, el actual secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado.
En dicho artículo nunca dije que la dimisión (solicitud de licencia) fuera decisión y voluntad del todavía Gobernador de Veracruz. Me referí a una medida tomada desde el centro del país, como consecuencia de la descomposición social, política y económica que sufre la entidad, y como medida urgente para fortalecer la campaña de Héctor Yunes Landa a la gubernatura de dos años.
Fueron ya dos días consecutivos (miércoles y jueves) en los que el periodista José Ureña, del portal “24 Horas”, se refirió al mismo tema. En su segunda colaboración el analista asegura que “el mando político del país” se pregunta qué hacer con Javier Duarte para atemperar las pasiones en la entidad.
Él mismo responde que en los próximos días (sugiere que no serían más de cinco) desde el centro se optaría por tres escenarios:
El más leve sugiere que el gobernador reciba un “llamado a cuentas” para evitar torpedeo en las campañas, “habida cuenta de su animadversión con el priista Héctor Yunes y los escándalos previsibles del panista Miguel Ángel Yunes”.
Una opción intermedia que plantea José Ureña sería “pedirle amablemente organizar su salida con algunas consideraciones, equivalentes a poner un interino cercano, no ser perseguido por sus estelas de deuda, inseguridad, arbitrariedad y persecución de opositores”.
Y finalmente, la alternativa más severa sería “enfermarlo” bajo amenaza de un proceso por las denuncias en su contra.
Puede sonar fantasioso, pero para entender la dimensión de la crisis en la entidad sería oportuno remitirnos al artículo publicado por el investigador de la Universidad Veracruzana Alberto J. Olvera, en el periódico Reforma.
Ahí señala:
“Veracruz vive una verdadera implosión social y política derivada de una crisis fiscal de magnitudes dantescas y de una crisis de seguridad que se agudiza. No hay sector o grupo social, empresa pública o privada, municipio o institución pública a la que el gobierno del estado no le deba algo. El gobierno de Javier Duarte ha usado los fondos públicos con absoluta discrecionalidad, sin planeación ni estrategia alguna, con criminal ineficiencia y en el contexto de una corrupción generalizada, sin que el gobierno federal exija cuentas y con la anuencia de un poder legislativo local totalmente controlado por el ejecutivo”.
Por cierto, el periodista Gustavo Rentería comenta que “en la Conago hay un grupo de mandatarios que son apodados los ‘patitos feos’; ahí militan Javier Duarte, de Veracruz; Mariano González Zarur, de Tlaxcala, y Gabino Cué Monteagudo, de Oaxaca. Ya de plano sus colegas hacen bromas, cuando coinciden en un informe de gobierno o en una toma de posesión, para no sentarse junto a ellos por aquello de las fotografías”.
Como dijera un buen amigo: ¡Qué situación tan cabrona!
El propio Alberto J. Olvera da su diagnóstico:
“El impune colapso financiero del gobierno de Veracruz y la crisis de seguridad son la consecuencia del avasallamiento de los poderes legislativo y judicial y de la colonización total de los órganos autónomos. En suma, de un régimen autoritario unipersonal, llevado a sus extremos por Fidel Herrera y continuado, caricaturescamente, por el actual gobernador, el cual ha condenado a la entidad al atraso y al desastre social, moral y político”.
No es Javier Duarte quien debe responder si pretende irse hoy o hasta el 30 de noviembre. Lo que a él le toca es acatar la decisión que se tome desde el centro.
Esto, para él, ya se acabó.
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