Arturo Reyes Isidoro / A partir del próximo sábado 24 y hasta que termine el proceso electoral de 2016 Veracruz se convertirá en un campo de guerra político. El objetivo principal por parte del gobernador Javier Duarte de Ochoa, jefe político del PRI en el estado, es acabar con la oposición que representan los Yunes panistas, Linares y Márquez, lograr la victoria para su partido en la elección de junio del próximo año y mantener el poder para el priismo. Todo obedece a una estrategia que preparó desde el 1 de enero de 2010 –según afirma– y que ha venido cumpliendo paso a paso, y dentro de ella encaja la llegada de Alberto Silva Ramos a la dirigencia estatal tricolor el próximo sábado.
Siete meses después de no hacerlo, el sábado pasado regresó a desayunar con el mismo grupo de columnistas con quienes lo hizo entonces (“Prosa aprisa” del 13 de marzo, “El Gobernador, ayer, larga jornada”), a los que pidió que se les invitara en la casa del exsubsecretario de Gobierno y exdirigente estatal del PRI, Carlos Brito Gómez. Acaso también formaba parte de su estrategia porque cinco días antes, de parte de Brito se nos había invitado a comer y ahí se nos había hecho la invitación del titular del Ejecutivo, la que se reconfirmó un día antes, el viernes, vía telefónica desde el Palacio de Gobierno. Había interés en que nos reuniéramos, y, evidentemente, que lo escucháramos.
Fue un encuentro clarificador ante las versiones de que sería invitado al Gobierno Federal, ante la polémica llegada de Silva Ramos al PRI estatal y ante el interés –y hasta morbo político– sobre el futuro de su partido respecto a quién será el candidato priista a la gubernatura del estado a partir de enero próximo.
Sobre este último tema que tanto interesa no sólo a los priistas sino a los ciudadanos en general, Duarte volvió a insistir, como lo hizo el pasado 12 de marzo, que no tiene candidato y que éste será el que decida el Presidente Enrique Peña Nieto, jefe político del PRI en el país. “Que les quede claro algo: yo voy a cumplir con la instrucción y la decisión del Presidente de la República, que es mi jefe político, porque lo que él determine se va a hacer, sea quien sea el que determine, eso se va a hacer, no tengan la menor duda”.
El gobernador llegó una hora después de lo fijado –las 9:30 de la mañana– tiempo que aprovechamos para disfrutar un desayuno muy mexicano recién hecho en la cocina contigua al amplio comedor, a base de empanadas de queso y pollo, picaditas en salsa roja y de frijoles, café, jugo de naranja, fruta, pan de dulce, carne de res frita y huevo. Duarte le entró sólo a esto último y mientras desayunaba comenzó a hablar y hablar y hablar durante dos horas seguidas hasta que se paró de la mesa. Llegó y fue cordial con todos y habló en voz alta y con vehemencia, gesticuló, hizo bromas y se mostró muy seguro de su estrategia. No tiene duda de que va a ganar la elección para su partido.
Llegó acompañado por el Secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, por el Subsecretario de Gobierno, Genaro Mejía de la Merced, por el nuevo Secretario de Desarrollo Social, Alfredo Ferrari Saavedra, por los diputados federales Alberto Silva Ramos, Erick Lagos Hernández y Adolfo Mota Hernández (estaban invitados también pero no llegaron Jorge Carvallo Delfín y Édgar Spinoso Carrera) y por su asesor de imagen Rubén Aguilar Valenzuela, ex vocero del Presidente Vicente Fox. Ahí los esperaba el director del Instituto de Pensiones, Armando Adriano Fabre, el anfitrión Brito y el invitado especial, Gonzalo Morgado Huesca.
Al inicio del desayuno Fidel Herrera Beltrán estuvo presente. Fue ineludible no abordar el tema de su nombramiento como cónsul de México a partir de este lunes en Barcelona (ahí se supo que llegó al cargo a pesar de la oposición de la embajadora de nuestro país en el país ibérico, Roberta Lajous Vargas, y se confirmó que se desistió de proponerlo como embajador para Venezuela o Grecia porque su nombramiento no pasaría en el Senado; que incluso se había pensado enviarlo a Andorra, un pequeño país situado en los Pirineos, entre España y Francia, de unos 77 mil habitantes).
“Me ayuda para despejar fantasmas y dudas. Fidel no tiene ninguna ingerencia en mi administración. Es mi amigo y yo lo quiero mucho y estoy muy agradecido, pero que tenga que ver en las decisiones en mi gobierno, no tiene que ver. El hecho de que se vaya y conociéndo lo espléndido que es, no va a haber ninguna llamada telefónica. Es para despejar la idea que tenían algunos de la mano que mece la cuna. Por su activismo y porque no tenía qué hacer, lo mismo recetaba que vendía un tractor”.
¿Es cierto que le ofrecieron un cargo en el Gobierno federal?, le preguntó el columnista Raymundo Jiménez. La respuesta fue: Sí, el 1º de diciembre de 2016. Enseguida le pregunté si es buena su relación con el Gabinete federal. No sólo la calificó de buena, sino de “extraordinaria”.
Entonces entró en tema, en algo en lo que insistió y remarcó en diversos momentos y que quería dejar muy claro: “Lo que exige y pide el Gobernador de Veracruz, porque no es Javier Duarte, lo que no puede permitir por ningún motivo es que la institución del Gobernador sea denigrada; tenemos que protegerla, que cuidarla, porque es la representación política de todos los veracruzanos”.
Era evidente que aludía a las críticas a su administración por parte de los senadores Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla. “Golpear al propio Gobernador es escupir para arriba, porque va en detrimento de nuestra institución; lo único que están propiciando es trabajar para los opositores, para que la contienda electoral sea dispareja”.
Reiteró: “Lo único que pido es eso: respeto a la investidura, de ahí en fuera no pido nada más. No tengo candidato, no tengo ningún candidato. Va a ser el que el Presidente determine. Sin embargo, lo que sí voy a cuidar y lo que nunca voy a permitir es que se le falte al respeto al gobernador”.
Ya estaba encarrilado y conforme hablaba, así como lo hacía en forma vehemente, por segundos paraba y entonces se hacía un gran silencio. A veces estaba atento a las notas que iba yo tomando de todo lo que decía. Y entonces sorrajó: “Decía don Fernando Gutiérrez Barrios que el Gobernador de Veracruz cuando menos tiene que mostrar los huevos una vez al mes. No es que quiera mostrarlos, porque no soy pornográfico, pero cuando se necesita demostrar que tengo pantalones y firmeza de acción lo hago, porque esta responsabilidad la trato de honrar con trabajo, esmero y dedicación”.
Volvió a embestir: “Hay quienes me dictan cómo debo gobernar, pero no es lo mismo ser borracho que cantinero y lo que pido siempre y llanamente es respeto. De ahí en fuera pueden hacer y deshacer, andar por el estado, visitar a sus amigos, generar las condiciones que quieran, nunca voy a ser un factor, un obstáculo de ningún correligionario”.
Comentó que lo que no entiende es “cómo han mostrado su interés” en cuestionar a su administración y no han “tocado ni con el pétalo de una rosa a la oposición; se me hace una estupidés de estrategia política… Es claro que la riqueza, la bonanza y el lujo con los que viven (se refería a los Yunes, Linares y Márquez) han salido del erario público. El único negocio que han tenido ha sido un puesto de escobas”.
Entonces, en esa misma línea, aunque sin mencionar el nombre del senador Héctor Yunes Landa, sacó a colación el tema de la caña de pescar que le regaló el día de su cumpleaños, aquel domingo 27 de septiembre en el acto agrario celebrado en el World Trade Center de Boca del Río. Se refirió directamente a Jorge Moreno Salinas, para quien tuvo palabras de reconocimiento, pero dijo de él que le daba “ternura y tristeza” por “el triste papel” que le tocó jugar en el incidente al ir a regresar la caña de pescar a la Casa Veracruz la tarde de ese mismo domingo, caña que, por lo demás, dijo que no era la misma que le había regalado al senador (se puso en claro que la original la recogió el entonces presidente del CDE del PRI, Alfredo Ferrari Saavedra, quien se la llevó a las oficinas del tricolor).
Después entró en el tema específico de Alberto Silva Ramos. En una segunda entrega, mañana lo comentaremos.
(Mientras, el secretario de Infraestructura y Obras Públicas, Tomás Ruiz González, aspirante también a la candidatura del PRI a la gubernatura de dos años, se sumó a la llegada de Alberto Silva Ramos a la dirigencia estatal del PRI. Su argumento: que se debe privilar el interés superior de Veracruz por encima de proyectos personales o de grupo. Dijo que en la tarea del fortalecimiento de su partido es necesario el aporte y el compromiso de todas las corrientes y expresiones que lo nutren, “porque un partido unido es un partido fuerte y esa es la fórmula para ganar la confianza de la sociedad en los comicios que se avecinan”.)
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