Los tiempos de Flavino

Flavino
Flavino Ríos Alvarado
- en Opinión

Filiberto Vargas Rodríguez / Es realmente curioso el caso de Flavino Ríos Alvarado.

En más de una ocasión ha estado cerca, muy cerca de la más alta responsabilidad en el servicio público estatal, y no siempre la ha buscado.

Tal vez al final del alemanismo, un poco “de rebote” (porque originalmente trabajó para impulsar a Alejandro Montano) sí empujó fuerte su postulación, algo que siempre le recriminó Fidel Herrera.

Sin embargo hoy, cuando ha hecho el compromiso con Javier Duarte de acompañarlo hasta el final de su gestión, más de un analista lo coloca como “la opción”, para la gubernatura de dos años, vistos los conflictos que se han generado entre los aspirantes priistas.

Algunos, incluso, hablan ya de las alternativas para sucederlo en la Secretaría de Gobierno.

El arribo de Flavino Ríos a la administración de Javier Duarte fue también fortuito. El abogado y notario público hizo público su interés de contender por la diputación federal en su natal Minatitlán, lo que preocupó a los petroleros, quienes se asumen como dueños de “la plaza” y difícilmente dejan pasar a alguien ajeno a su gremio para cualquier posición política.

Con el fin de evitar conflictos y asegurar el apoyo del sindicato petrolero (Javier Duarte y el líder nacional de los petroleros, Carlos Romero Deschamps, se dan trato de ahijado-padrino), el mandatario estatal invitó a Flavino a dejar a un lado sus sueños de llegar al recinto de San Lázaro y sumarse a su gabinete.

Sabía el Gobernador que no lo convencería con un cargo “de medio pelo”, así que le ofreció la Secretaría de Educación.

Con algunas reticencias y poniendo múltiples condiciones (pidió carta abierta para remover a quien él quisiera, lo que le fue aceptado, aunque con algunas excepciones muy específicas) finalmente Flavino Ríos se sumó al equipo de trabajo de Javier Duarte y les dejó a los petroleros la diputación federal.

Flavino Ríos es un profesional con amplia experiencia en el servicio público. Sabe hacer su trabajo y le da a su superior su justa dimensión. Tiene buen trato con la prensa y opera eficazmente con los grupos a los que le toca atender.

Por todo ello resultó natural, lógico, su nombramiento como secretario general de Gobierno, cargo que ya había ocupado en otros tiempos.

Su llegada a esa posición se dio en momentos en los que  la ingobernabilidad acechaba al Estado.

Poco a poco, con el aplomo que le caracteriza, Flavino Ríos restableció el orden, llamó a cuentas a los funcionarios del gobierno estatal que andaban “muy sueltos” y comenzó a dirigir la nave hacia buen puerto.

Su mano suave, pero firme, se ha dejado sentir. El centro de Xalapa ya es transitable otra vez. Se acabaron los bloqueos de una decena de manifestantes, se acabaron los chantajes. A nadie se le coarta su derecho a manifestarse, pero se advierte que aquel que violente la ley será retirado con la fuerza pública.

Hoy la gobernabilidad del Estado ya no es un tema que le quite el sueño a Javier Duarte.

Y ha sido, precisamente, esa eficacia en el cumplimiento de sus tareas, esa contundencia en la entrega de resultados, lo que ha provocado que más de uno dirija su mirada hacia el actual secretario de Gobierno y se le antoje “encartarlo” para la mini-gubernatura.

Las cosas no van por ese camino. Flavino lo sabe y se mantiene al margen.

Sabe, sin embargo, que vendrán otros retos después del 30 de noviembre del 2016, y entonces sí estará listo para competir.

Todo es cuestión de tiempos y circunstancias.

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