Édgar Hernández* /
“Estamos al borde del colapso”, Francisco Berlín
Los tiempos se precipitan.
Y va de canción “!..el final se acerca ya!”. En breve el sexenio de la Fidelidad hoy encarnado por Javier Duarte habrá de transitar al último tramo en donde habrá de empezar el real desmantelamiento del poder.
Luego del V Informe de Gobierno, y virtual el último, habrá de sucederse el “destape” del candidato al gobierno del Estado. Con él la cesión de espacios:
La decisión de quién será el dirigente del PRI estatal; el proceso de selección de los candidatos a las diputaciones locales, potestad exclusiva del aspirante, y el discreto retiro del gobernante quien tendrá prohibido opacar las luminarias de quien lo sucederá.
Tal vez como lo hizo don Agustín Acosta Lagunes, el mandatario se muestre renuente a soltar el dinero para los trabajos de campaña. Tal vez, pero para eso estará presente la federación para volcar el apoyo en favor de candidato priista que bajo ninguna circunstancia podrá perder la plaza so riesgo de poner en peligro el 2018.
Con el nuevo candidato —aunque fuera el Cisne— empezará la soledad a embargar al de Palacio.
En casi un siglo de historia priista la cargada es la cargada. La bufalada, una vez oficializado el destape, empezará a abandonar el barco, a deslindarse del pasado reciente y lavarse para lograr colocarse al lado del sucesor.
A las matalascallado los propios funcionarios del Duartismo, incluido su primer círculo empezarán a trabajar por debajo del agua, a extraer documentos comprometedores para congraciarse con el que habrá de gobernarnos, a hacer labores de proselitismo y también a hacerse los aparecidos los fines de semana al lado del “bueno”.
Brutal pero real.
El gobernador saliente empezará a tragar sapos. Máxime si le toca cualquiera de los dos en fila: Héctor Yunes Landa o Pepe Yunes, a quien tocará más que ser verdugos, apegarse a la ley y revisar cuentas y cuentos y proceder en consecuencia tal como han prometido.
Incluso si al gober le toca uno de la Fidelidad –Erick o Silva- también se desmarcarán, mientras el saliente tendrá que ceder terreno con una relativa certeza de que quizás salga bien librado al final del día ya que ellos los candidatos fieles deberán ganar credibilidad a partir de la lucha contra la corrupción y el compromiso de atender los ingentes asuntos de la inseguridad.
Como sea, el final será complicado. Ello máxime que por estos días fuertes rumores azotan a la entidad.
Hacia la primera quincena de enero arrancan las precampañas, luego las campañas, las elecciones y el nacimiento del gobernador electo, mismo que habrá de rendir protesta por un periodo de dos años.
Y es justamente cuando habrá de empezar la tembladera.
De los dos gobernadores, Duarte y el de la victoria, Pepe o Héctor, uno se tendrá que hacer a un lado y no será precisamente el ganador de junio.
La reclusión del solitario de Palacio será de seis meses durante los cuales de manera desaforada buscará cuadrar sus cuentas, mandar a lavar los lodosos libros blancos y planear –que se entiende ya lo hizo- donde vivirá el resto de su vida, menos en Veracruz.
Acaso le conviene en lo que bajan las aguas después del 2016 perderse en Europa, acaso en Madrid, tal vez en Barcelona.
Decía don Jesús Reyes Heroles que hay que estar preparado no para ser, sino para dejar de ser.
Así, en el mejor de los casos de que el gobernante saliente salga bien librado por las leyes, tendrá que soportar el juicio de la historia, el veredicto inmediato de la ciudadanía que no anda muy contenta y, sobre todo, observar como sus más fieles, a partir del fin de su mandato, serán sus verdugos.
Joseph Stalin en sus estertores de muerte y en estado inmóvil fue objeto de escarnio y algarabía de sus más fieles lamebotas. Hay un momento, sin embargo en que despierta del largo sopor agónico y pega un grito de mando tras lo cual se ponen de hinojos quienes ya lo daban por muerto.
El de Stalin es un caso excepcional ya que de la muerte política nadie se libra.
Termina el sexenio y todos los que fueron comprados -¡Muera el Rey, viva el Rey!- se aconsejarán y habrán de retirarse.
A la vuelta del 1 de diciembre del 2016, por la tarde, cuando se le despida y salga por la puerta de atrás del Congreso, solo su chofer lo acompañará –sin las 11 Suburban atrás- hasta el aeropuerto o los límites de Veracruz con Puebla.
Luego la nada.
El chofer habrá de retornar al servicio del nuevo jefe…y lo que sigue. No habrá más llamadas del ejército de amanuenses; no más derecho de picaporte; hasta el fatídico uno de diciembre llegarán los sirvientes y su gabinete a quienes ya no podía mentarles la madre a su libre antojo.
Tampoco podrá caminar por las calles de Veracruz so riesgo de que le escupan, ni recomendar a nadie, menos pedir se le de preferencia a su compadre o amigo del alma para una obra pública y sí seguramente tendrá que ponerse buzo para que en una de esas no le revisen su cuenta bancaria.
Cuando se es buen gobernante, sin problema se pasa a la historia como benefactor de su pueblo y siempre se le recordará con cariño. Cuando no se es, difícilmente se le podrá recordar como el mejor estadista en la historia de Veracruz o el que trajo empleo y que solo perjudicó a los tendajones que venden “Frutsis y gansitos”.
En efecto, el final se acerca ya y el nerviosismo se acrecienta.
O cárcel o desempleo será el siguiente paso. Y para el que entrega y se va aguantar hasta el primero de diciembre. Soportar estoico la megamadriza que ya desde ahora le están propinando hasta los de casa.
Y Dios nos libre que llegue Miguel Angel.
Acaso por ello no deja de llamar la atención el recuento sabio del doctor Francisco Berlín Valenzuela quien adelanta la necesidad de dejar atrás todo vestigio de actuación caprichosa y autoritaria.
Tras proponer que el gobierno de dos años por venir “deberá ser de transición” remarca que debe regresar a Veracruz la democracia en la toma de decisiones “y el abandono de perniciosos privilegios”.
“La experiencia acumulada por la clase política no debe ser desaprovechada en experimentos que solo han servido para encubrir camarillas y privilegios a partir de compadrazgos y complicidades”.
Berlín Valenzuela –doctor en Derecho, especialista en Derecho Electoral y Parlamentario y fundador del Colegio de Veracruz y la Casa de la Cultura Jurídica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación- no pasa por alto los dimes y diretes en torno a la “pesca de los peces gordos” que degradan el ambiente “propician la pendencia y rebajan a niveles ínfimos la calidad de la práctica política que tanto enaltecieron las generaciones pasadas”.
Hoy, en efecto, el tema de la transición “de un gobierno emergente”, valga el Perogrullo, es el tema.
Este sábado en el “Rancho San Julián” una cuarentena de juristas, políticos, politólogos, académicos, rectores de universidades, dos generales de División, uno de ellos exjefe del Estado Mayor Presidencial, empresarios, economistas, abogados, periodistas, líderes sociales opositores e historiadores, se encontraron en largo diálogo con Pepe Yunes, a quien plantearon, más que un apoyo que es tácito, la necesidad de reconstruir el tejido social de Veracruz.
A la par reordenar las finanzas, parar en seco la corrupción, implementar medidas urgentes en favor de la seguridad ciudadana, iniciar un nuevo diálogo con la prensa crítica y “si llega a la gubernatura” respete el compromiso contraído con antelación de meter a la cárcel a los saqueadores del erario público.
Se debe sanear la vida pública a fin de recuperar y restablecer la confianza y el respeto ciudadano de la población hacia sus autoridades…
El tiempo pues, se acaba.
Tiempo al tiempo.
Pequeñeces:
¿Jefe de prensa?… ¡Chale, guey!
*Premio Nacional de Periodismo
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