Libertad Bajo Palabra

Comprar al enemigo

Filiberto Vargas Rodríguez / Desde que se le mencionara como fuerte aspirante a la gubernatura, por allá del 2003, ya se conocía el prestigio de Fidel Herrera Beltrán como un eficaz operador electoral. Gran parte de su carrera política la ha dedicado a dominar y perfeccionar técnicas y recursos -legales y no tanto- para conseguir la victoria en las urnas.

Una vez al frente del gobierno de Veracruz y luego de un sorprendente tropiezo en el proceso electoral del 2006, Fidel Herrera inició lo que él mismo llamó el “relanzamiento” de su partido, el PRI, con un extraordinario impulso que provocó que un año después arrasara en las elecciones locales para alcaldes y diputados locales. Era la mitad de su gestión y con esos triunfos Fidel Herrera se ubicaba “en la plenitud del pinche Poder”.

Fue entonces cuando mostró gran parte de su repertorio de mañas para hacerse de la victoria. Ahí se mostró como el especialista en cuestiones electorales y recurrió a los trucos menos esperados.

Uno de ellos, que bien pudo haber patentado, sigue vigente hasta la fecha: La mejor forma de garantizar el triunfo, es comprar al contrincante.

Y se tentó la ambición de los dirigentes opositores, y se sembró el virus de la corrupción, y se inició la debacle de las principales fuerzas políticas contrarias al PRI.

Hoy, a nueve años de distancia de ese “relanzamiento” del Revolucionario Institucional en Veracruz, las dirigencias del PAN y del PRD son apenas una caricatura, abatidas por el desprestigio, alejadas de sus principios y ofrecidas al mejor postor.

Conforme se acerca el 2016, cuando habrá de renovarse el gobierno estatal, suenan cada vez más las versiones de una posible alianza entre las dos principales fuerzas opositoras de la entidad para conseguir la tan añorada “alternancia”, esto es, para sacar al PRI de Palacio de Gobierno.

Desde los comités nacionales del PAN y del PRD están dadas las condiciones. Ambas fuerzas políticas se han abierto a las alianzas coyunturales y desde el centro ven con apetito voraz el manjar que significa el estado de Veracruz, la tercera fuerza electoral del país.

El problema está en las dirigencias locales, abducidas por los nietos de la Fidelidad, que tienen como encomienda boicotear cualquier intento de alianza que ponga en peligro el triunfo del partido tricolor.

Si las elecciones fueran matemáticas puras, es muy probable que la suma de votos amarillos y azules no fueran suficiente para superar a una alianza del PRI, el Partido Verde y partidos locales como Alternativa Veracruzana, pero lo que realmente preocupa en el lado oficial es que surja una opción sólida, fuerte, creíble, que incline a su favor los votos de los indecisos, esos votos que nadie tiene en la bolsa y que son los que definen una elección.

Divide y vencerás. Esa es otra de las lecciones de Fidel Herrera a sus herederos. El plan es que para la sucesión de Gobernador el próximo año participe el mayor número posible de candidatos, de manera que el voto de castigo se diluya entre tantas alternativas. Una alianza opositora no ayuda en nada a ese objetivo.

Morena ya anticipó que no irá en alianza con ninguna otra organización política. Movimiento Ciudadano también pretende participar solo en esa contienda. El Partido del Trabajo (que perdió su registro a nivel federal pero que sigue estando presente en los estados) podría unir fuerzas con el PRD, pero si este último insiste en aliarse con el PAN, las negociaciones se caerían. Si a eso se le agrega la participación de candidatos independientes, es muy probable que sean cerca de diez los contendientes por la gubernatura, circunstancia que abonaría a favor del partido en el poder.