Hugo Gutiérrez Vega, mi maestro

- en Opinión

Armando Ortiz /

“La vida sigue sin ti, hermano, pero ya no es la misma
ni lo será ya nunca para los que te amamos.
Nos hemos quedado con lo que nos dijiste.
Gracias por tus asombros, por esa diminuta
certeza de alegría que a todos repartiste”.
“Carta al poeta José Carlos Becerra
muerto en la carretera de Brindisi
Hugo Gutiérrez Vega Londres, mayo de 1970

Después de la salida de Roger Bartra del suplemento cultural La Jornada Semanal, pensamos que este medio no habría de tener otro semejante. El periódico La Jornada los domingos nos entregaba una revista que se volvió de colección, pero los presupuestos obligaron a la empresa a pensar en otro tipo de suplemento. Entonces surgió una nueva época del suplemento cultural en la que Roger Bartra ya no estuvo, pero sí Hugo Gutiérrez Vega.

Los que leímos El otoño recorre las islas de José Carlos Becerra, encontramos en una carta dirigida a Bárbara Litwin la mención que hace Becerra sobre un generoso anfitrión en Londres: “Hugo [Gutiérrez Vega] que es tan buen amigo, me ofrece sitio en su casa”. Era 24 de abril de 1970, justo un mes después José Carlos Becerra moría en Brindisi, Italia, en un accidente de carretera.

Sobre esa época también refiere Sergio Pitol en El arte de la fuga: “La magnanimidad de Hugo es reconocida por todos. Le debo, entre muchos gestos de afecto, el haberme puesto en contacto con algunos amigos suyos de la Universidad de Bristol, donde durante un año fui lector en el Departamento de Español. Tenemos la misma edad, y aun me parece que le llevo por delante un par de años, lo que no me impide recordarlo como a un hermano mayor”.

Fue el mismo Hugo Gutiérrez Vega, en los jardines de la Escuela de Escritores de la Sogem quien me dio el nombre del ganador del Premio de Literatura Iberoamericana y del Caribe de 1999. Teníamos un receso antes de su clase de poesía. Estábamos haciendo tiempo, yo tomaba un café. Hugo estaba sentado, me acerqué y me dijo: “¿Sabes que se le va a otorgar el Premio Juan Rulfo en la FIL de Guadalajara a tu paisano Sergio Pitol?”. Hugo Gutiérrez Vega había sido en esa ocasión miembro del jurado que otorgó ese reconocimiento; me dio tanto gusto ser de los primeros en enterarme, cosa que le agradecí siempre. Pero a Hugo no lo conocí en la Escuela de Escritores de la Sogem.

Es una gran casualidad, pero justo hoy, 27 de septiembre, hace 16 años, apareció en el “Bazar de asombros” del suplemento La Jornada Semanal que dirigía Hugo, la nota sobre la presentación de mi segundo libro: “El gobierno del estado de Veracruz, a través del Instituto Veracruzano de Cultura, invita a la presentación del libro La noche que murió River Phoenix y otros cuentos adolescentes de Armando Ortiz. El acto se llevará a cabo el 2 de octubre, a las 19 hrs., en el auditorio del Museo de Antropología de Xalapa. Los presentadores serán: nuestro ubicuo director Hugo Gutiérrez Vega, el novelista Salvador Castañeda y el escritor Jaime Renán González Pérez”. En esa presentación Hugo dijo sobre mi incipiente obra: “El oficio de Armando Ortiz es el de un narrador nato. Él inventa sus historias y las cuenta con una pericia que de libro a libro crece a ojos vistas. Armando Ortiz nos muestra que narrar por narrar es, en el fondo, la esencia misma del trabajo literario”.

Hugo fue muy generoso. A pesar de los muchos errores que contenía ese libro y de algunos cuentos de los que hoy me avergüenzo, el maestro habló sólo de las cualidades del libro. Al respecto un día en sus oficinas de La Jornada me dijo que cuando uno va a presentar un libro es consciente de que va a buscar las virtudes del volumen, si uno no encuentra esas virtudes, lo mejor es disculparse y no presentar el libro.

Cuando estudiábamos en la Sogem, mi amiga Estrella del Valle y yo visitábamos cada semana a Hugo en las oficinas de La Jornada Semanal; nunca se negó a recibirnos, en varias ocasiones nos invitó a comer en el restaurante que en la planta baja tiene el periódico. Una vez estuvimos ahí comiendo mientras las mujeres zapatistas también lo hacían. Las zapatistas estaban sentadas en unas mesas redondas de sillas altas. Les colgaban los pies y no se quitaban los pasamontañas para comer, sólo lo levantaban un poco para que asomara la boca.

En la presentación del libro Casa nómada de Malva Flores, Hugo comentó algo sobre la poesía que siempre he tenido presente: La poesía también cuenta historias, a su manera pero la poesía nos está relatando algo que el poeta expresa y que nosotros debemos apreciar.

Ayer por la noche se fue el internet en mi casa. Fue inútil llamar para que me lo repararan. Estuve incomunicado, a pocos he dado, por precaución, el número de mi casa; el teléfono no sonó. El sábado por la mañana me desperté. Ya tenía internet y un mensaje en mi teléfono me esperaba. Mi amiga Estrella del Valle, quien se encuentra a miles de kilómetros de aquí me escribió cuatro palabras: “Murió Hugo Gutiérrez Vega”; suficiente.

No se requiere ser discípulo de alguien para considerar que ese alguien es tu maestro. Una palabra, una enseñanza bien aprendida bastarían. Pero de Hugo Gutiérrez Vega aprendí más que eso, aprendí que la trascendencia no se puede lograr en vida. Acaso algunos transiten por la alfombra roja de la celebridad, la fama y la vanagloria; pero la trascendencia tiene como precio justo, la muerte. Hoy Hugo ha trascendido.

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