Duarte: “¡perro… chihuahueño!”

- en Opinión

Édgar Hernández* / Luego de casi 40 años de observancia político creí que había visto todo: buenos y malos gobernantes; transas y no tanto; patriotas y ortodoxos, y también políticos miserables de mente y espíritu.

Pero no.

Después de observar esta mañana al gobernador de Veracruz, Javier Duarte referirse de modo tan despectivo a Miguel Angel Yunes Linares a propósito de un síndrome que no conocía, el del perro chihuahueño, pues no hay más conclusión que a estas alturas de la Fidelidad hizo añicos la ortodoxia, la institucionalidad y mandó al carajo el fino arte de la política.

Ya de años atrás en los entretelones del poder era evidente el desprecio a Yunes Linares, a quien desde el mandato de Fidel Herrera y los cinco años de gobierno de Javier Duarte, se le motejó como el perro.

Nunca, sin embargo, se fue más allá. Acaso se dejó a la prensa oficial el calificativo.

Así eran  las reglas del juego.

Las mismas que impuso Fidel cuando le puso apodos a todo su gabinete, en lo particular a Javier Duarte, de quien se burló de manera por demás hiriente so pretexto de su obesidad y el tono de su voz.

Hoy regresa a mi memoria la irreverencia de Dante Delgado quien cuando contendía contra Don Fernando por un escaño entre sus allegados deslizó el mote de “Don Ferruco”, a propósito de los casi 70 años que estaba cumpliendo el exmandatario.

No fue a más.

A López Arias, Chirinos y Miguel Alemán también los bautizaron con apodos, pero jamás nadie subió a tribuna para endilgárselos.

Hoy queda claro que no es un asunto de mala conseja de los asesores hacia el gobernador –en un afán de medio cubrirlo-. No. La realidad es que el mandatario es así: malhablado, despectivo, irascible y con fuertes tonos de desesperación e impotencia ante tanta bronca y magros resultados que da su indefenso gobierno.

Esgrimir como espada de defensa “un beso y un abrazo cariñoso” a una mediocre cantante y actriz, Susana Zavaleta, que lo ofendió en un show; insistir en su inocencia sobre el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa argumentando que ni era veracruzano y que el crimen se cometió en el DF y decir que Veracruz es el sitio de la rumorología en el mundo, no habla bien de él. Menos de su gobierno.

Eso no es un buen gobierno en donde el mandatario es el dador, el benefactor, el que está por encima de rencillas y pasiones y quien no puede bajo ninguna circunstancia descender al pleito de cantina.

Algo sigue sin funcionar bien, mientras en el DF están prendidos de la lámpara.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

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