Édgar Hernández / Cuanta razón le asiste a nuestro señor gobernador Javier Duarte cuando afirma que hoy Veracruz, tras la brutal deuda que nos deja, es otro… que “ya cambió”.
Cuanta razón tiene el catedrático y economista Hilario Barcelata cuando sostiene que el actual gobierno pasará a la historia como el que más endeudó a Veracruz al heredar deuda por 74 mil millones de pesos.
Y cuanto cinismo tienen las autoridades al reconocer por primera vez que Veracruz arrastra una deuda pública por 44 mil 770.8 millones de pesos.
A estas alturas ya no se sabe si es más el dinero que se debe o lo supera el descaro.
Lo que es un hecho es que ningún mandatario nos había embarcado tanto y de descomunal cinismo que “estamos posicionados en el ámbito internacional gracias a lo dinámico de nuestra economía”.
Y es que eso de pensar que “la deuda pública ha servido como instrumento de crecimiento económico” está como de chiflados.
Tal vez el grueso de la ciudadanía no entienda bien eso de las deudas como factor de bienestar, pero sí le queda muy claro que cada día le cuesta más llevar el sustento para sus familias.
Habrá que insistir en el tema de la percepción que va pegada a la realidad:
En Veracruz la recesión es un hecho y las finanzas dudosamente “están sanas”, como asegura el señor Duarte al igual que se cuenta con el “respaldo del Presidente Enrique Peña Nieto”, cuando lo que quiere éste es cuidar su salud, evitar el derrumbe de su matrimonio, explicarle a la opinión pública el primero de septiembre que pasó con “El Chapo”, “Tlatlaya” y “Ayotzinapa” y por qué la economía nacional está en franco derrumbe a consecuencia de la devaluación, baja en los precios del petróleo, descenso en las remesas y una señalada corrupción familiar y entre sus colaboradores.
En Veracruz, en materia de deuda, se debería hablar con verdad.
Decía Fernando Gutiérrez Barrios “si metiste la pata… pues métela bien y no trates de justificarte”.
El presidente José López Portillo en su toma de posesión con lágrimas en los ojos pidió perdón a los pobres por haberlos abandonado, un memorable discurso que lo legitimó hasta que afloraron sus raterías y disipaciones amorosas.
Y es que de otra suerte va de nuez la mula al trigo.
En Veracruz tras la justificación económica del señor Duarte se observa en lo inmediato una avalancha de censuras, cuestionamientos, inconformidades y esa malhadada percepción del “¡No te creo!”.
Veracruz está visto, no es fácil de gobernar, pero es peor cuando no se habla con verdad.
Ya el solo hecho de hablarse de casi 45 mil millones de pesos de deuda provoca severo encabronamiento, pero decirnos que “las finanzas públicas están sanas y al servicio de los veracruzanos” es burla.
En Veracruz lo que se quiere es que termine la pesadilla. Que ya se vayan quienes nos han dañado tanto. Que pare el saqueo y que se inicie una nueva época, que si bien de austeridad ante tanto agobio económico, de no mas corrupción.
Las mentiras ya no caben.
Tiempo al tiempo.
*El columniosta es Premio Nacional de Periodismo
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