Dejan solo a Duarte

- en Opinión

Apenas en “Prosa aprisa” del lunes recordé que si acaso al actual gobierno del estado le quedan sólo cuatro, cinco meses de poder real, si bien mantendrá el legal, constitucional, hasta el último minuto del 30 de noviembre de 2016; poder real que por una vieja práctica política del priismo veracruzano prácticamente pasa al futuro gobernador una vez que es elegido candidato de su partido, lo que está por ocurrir entre diciembre y enero próximos.

Los prolegómenos del cambio de gobierno se han iniciado ya y la mejor señal de ello es la reunión que al inicio de la segunda quincena de julio sostuvo el Contralor General del Estado, Ricardo García Guzmán, con todos los administrativos de las diversas dependencias para presentarles el programa y la ruta crítica para el cierre de la administración, para la confección de los llamados “libros blancos” que no son otra cosa que los documentos donde se detalla el estado en que se entrega cada Secretaría incluidos los pendientes, una ardua tarea porque hay que documentar lo de todo un sexenio y cuya primera evaluación se hará en diciembre próximo por lo que ya todo mundo está preparando su respectivo informe.

Pero faltan todavía 15 meses para que el duartismo baje la cortina y el gobernador tiene ya las primeras muestras de lo que finalmente será inevitable a medida que se le vaya acabando el poder, que con sus excepciones todos los que hasta ahora son o han sido sus colaboradores y a todos a los que ha beneficiado irán abandonándolo, le irán dando la espalda, lo irán desconociendo y hasta en muchos casos se volverán sus más feroces críticos, algo nada nuevo en la práctica política veracruzana.

Ahora mismo Javier Duarte de Ochoa vive en persona una más de las muchas crisis que ha tenido su gobierno, ésta también con una gran repercusión mundial, acaso como nunca pues hasta la ONU ha alzado su voz, por el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa, si bien no veracruzano pero que había huido de Veracruz pues creía y sentía que su seguridad personal estaba en riesgo a causa de su trabajo y quien finalmente fue victimado en la ciudad de México.

Ayer Sergio Sarmiento escribió un artículo en el diario Reforma que a mi juicio vale la pena ponderar bien porque como bien señala recordando a la filósofa Hannah Arendt: “Donde todos son culpables, nadie es; las confesiones de una culpa colectiva son la mejor posible salvaguarda contra el descubrimiento de culpables y la misma magnitud del crimen es la mejor excusa para no hacer nada”.

Sergio agrega: “Espinosa salió de Veracruz, donde vivía y trabajaba, porque recibió amenazas. Por eso se ha señalado a Duarte. No hay hasta el momento, sin embargo, ninguna indicación de que el gobernador o algún allegado hayan ordenado el crimen. Un asesinato múltiple, con tortura y violación de las víctimas, no parece corresponder a un homicidio político”.

Remata: “El que no pueda unirme a los linchamientos no significa que descarte la responsabilidad del gobernador o del Estado mexicano. Pero tengo la mala costumbre de buscar pruebas antes de lanzar acusaciones. Hasta por respeto a las víctimas, es importante saber primero lo que pasó y después lanzar acusaciones. Aprovechar la muerte de una o más personas para lanzar ataques a políticos que no nos gustan me parece inmoral”.

Me parece razonable lo que dice. Yo no descarto a nadie pero tampoco tengo pruebas para acusar. Quiero que se investigue, se aclare, se detenga a los responsables y se les castigue severa y ejemplarmente, sean quienes sean.

Pero la de Sarmiento fue de las pocas voces que si bien no metió las manos por Duarte al menos le otorgó el beneficio de la duda. Cuando se aproxima el cierre del sexenio lo que más necesita este gobierno es tener voces públicas que lo defiendan o al menos que lo justifiquen. Con sus excepciones, como la del articulista de Reforma, al joven gobernador le fue ayer como en feria en la prensa nacional, la llamada “gran prensa” de la ciudad de México.

Las dos reacciones hasta ahora del gobierno estatal mediante sendos escuetos boletines de prensa no han estado mal y han sido oportunos pero algo más que eso deberán hacer sus asesores de imagen, si es que los tiene, o al menos su equipo de Comunicación Social, para evitar más deterioro a la ya de por sí maltrecha imagen del gobierno y su titular por su mala relación con la prensa agravada por el saldo mortal de varios periodistas.

Pero digo líneas arriba, Javier Duarte está solo, se ha quedado solo, lo han dejado solo. Hasta anoche cuando escribí esta columna, en medio de la paliza que le están dando, justa o injustamente, ningún colaborador suyo y de su gobierno, ningún senador, ningún diputado federal o local, ningún presidente municipal de su partido, ningún empresario beneficiado, nadie de su prensa aliada (ya le queda muy poca) había salido a defenderlo abiertamente. Nadie. Cuando se trata de demostrar lealtad, amistad o agradecimiento, no se tiene que pedir permiso para hacerlo. Se hace por convicción. Si eso es ahora ya se puede imaginar uno lo que iremos viendo con el paso de los meses una vez que pierda el poder real.

Me preguntaba ayer: ¿Qué pasó? ¿Cuándo se rompió la amistad o la buena relación? ¿A causa de qué? Porque por otro lado, ruda, muy ruda con el gobernador se vio ayer en su artículo también en Reforma la escritora Guadalupe Loaeza al comentar el crimen de Rubén Espinosa. Que recuerde, la señora mantenía buena relación con la administración estatal y hasta venía a tomarse el lechero en el puerto de Veracruz. Se le veía (y leía) como una aliada. ¿Quién descuidó la relación?

Y claro que al presidente Peña Nieto le preocupa la situación que se vive en Veracruz. Acaso fue coincidencia, pero el pasado fin de semana cuando quedó plenamente confirmado el asesinato del periodista, que se había ido huyendo del estado porque temía por su seguridad, el sábado el mexiquense pidió a un hombre muy cercano a él y de todas sus confianzas que lo alcanzara en Monterrey, a donde había ido a inaugurar el nuevo estadio de futbol, y ahí lo instruyó para que lo actualizara sobre la situación política de Veracruz en especial en lo relacionado con la sucesión gubernamental, trabajo que ese colaborador suyo había venido realizando al margen del PRI y de la Secretaría de Gobernación con todo y el súper delegado y el delegado que la Segob que tiene en Xalapa, que por otras tareas que le había encomendado lo había descuidado. De inmediato se reactivó un equipo humano, discreto, profesional, que tienen en Xalapa y que había venido haciendo la tarea. Peña irá teniendo un panorama completo, documentado y al día, aparte de lo que le han venido informando de su partido y de la Segob. Al parecer tendría ya tomada una decisión sobre el relevo, pero quiere estar seguro de que será la mejor y la que quieren los veracruzanos, nada que ver con la actual y la pasada administración. De que le preocupa Veracruz, le preocupa.

Habrá que ver si Duarte asiste a la sesión del Consejo Político Nacional del PRI convocada para la tarde-noche de este miércoles en la sede de su partido donde se aprobará el método para la elección del nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional. De Veracruz no pasan de veinte consejeros. De no asistir encabezará al grupo jarocho el dirigente estatal Alfredo Ferrari Saavedra.

Ayer, por cierto, el dirigente saliente, César Camacho Quiroz, ponderó muy bien a Aurelio Nuño, todavía Jefe de la Oficina de la Presidencia de la República. «Aurelio Nuño es del PRI, por supuesto. Tiene militancia, no sólo reconocida, sino que los priistas y la dirigencia ponderan y presumen». Más claro, ni el agua.

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