Juan David Castilla / México, DF. Las cámaras fotográficas rodearon la tumba, formando una corona. Los lentes de los aparatos reflejaban los rostros bañados en llanto y la rabia de los familiares, amigos y reporteros en el panteón “Dolores”, ubicado en la delegación Miguel Hidalgo y Costilla, al poniente de la ciudad de México.
Dolores, dolores partieron el alma y los corazones de quienes crecieron, aprendieron y convivieron con Rubén Espinosa Becerril, fotoperiodista de la agencia AVC Noticias y corresponsal de Proceso y Cuartoscuro en Veracruz, encontrado con el tiro de gracia, indicios de tortura y heridas con arma blanca el pasado viernes, junto con otras cuatro mujeres.
La tristeza, la desolación y las lágrimas fueron derramadas durante la llegada del féretro al lugar, mismo que cargaron sus amigos y compañeros de Xalapa, lugar donde vivió poco más de cuatro años y tuvo que abandonar aquel 11 de junio, tras ser intimidado, perseguido y amenazado.
Las coronas de flores blancas adornaron la cripta donde el cuerpo de Rubén Espinosa permanecerá, ciudad a la que había viajado sólo en busca de seguridad y protección por parte de organizaciones como Artículo 19, y donde la “muerte lo alcanzó”, al igual que su amiga Nadia Vera, integrante del Comité Universitario de Lucha, de la Universidad Veracruzana (UV), y del Movimiento #Yosoy132 en Xalapa.
«Su cuerpo se fue, su alma está descansando, ahora mi hermano es libre y está en paz. Él llegó a la línea siendo un guerrero muy valiente, así lo vamos a recordar siempre. Para mi familia es un orgullo, todo lo que hizo lo aprendió solo y sus enseñanzas las compartió con sus amigos».
«Ayer pude observar que mi hermano tuvo muchos amigos, tiene grandes amigos dentro y fuera de set medio», relataba Alma Espinosa Becerril, su hermana, mientras las cámaras, tanto fotográficas como de video, les apuntaban.
El entierro de un periodista “incómodo”, quien evidenciaba las artimañas del gobierno de Veracruz y del partido oficial, y protestaba en Xalapa para exigir justicia por los 13 periodistas asesinados en dicha entidad antes que él, quedó sepultado en el Distrito Federal; sin embargo, «siempre estará en nuestros corazones».
Sus compañeros levantaron sus equipos fotográficos para recordar una de sus frases: «la frente arriba y el puño en alto» y lo despidieron con aplausos.