A mis compañeros periodistas,
los que firman con su nombre.
Recientemente di de baja a un contacto de Facebook que de manera anónima comentaba los artículos que comparto. No lo hice porque no estuviera de acuerdo con sus comentarios, que en muchas ocasiones estaban subidos de tono. A ratos contradecía lo que otros contactos ponían, a ratos cuestionaba mi objetividad, a ratos sólo desvariaba. Vía inbox le dije: “Señor le pido que mientras siga usted de anónimo no puedo darle la dispensa de subir el tono de sus comentarios. Si no se presenta, lo bloquearé. Avisado”. Entonces me respondió: “Está Ud en todo su derecho, y el anonimato en veracruz ya no es un lujo y ud lo sabe” (sic). Un poco contrariado le contesté: “Yo no lo sé porque tengo los arrestos para firmar con mi nombre. No sé qué se siente ser anónimo, a pesar del riesgo que corro. Y como usted dice tomo mi derecho y lo bloqueo”.
Ser anónimo es de las cosas más cómodas de la vida; ¡ay de aquellos que deseen la celebridad! Ser anónimo le permite a uno hacer y deshacer a su antojo. Meterse en los lugares más sórdidos sin necesidad de tener que identificarse. Se puede vituperar a quien uno quiera, se pueden manchar honras y lavar indecencias.
Pero ser anónimo es también ser cobarde. Así, de manera anónima, muchas veces recibimos amenazas de personas que no tienen el valor de enfrentarnos. De manera anónima los cretinos nos lanzan improperios y con la “conciencia limpia” se sientan en la mesa con sus hijos y rezan un padrenuestro antes de dormir. Muchos de los crímenes más viles se han realizado de manera anónima.
Ser anónimo es tirar la piedra y esconder la mano. Para algunos el anonimato puede resultar una protección, si es que sus intenciones son buenas, si es que hay consigna de destruirlos por el daño que puedan causar al establishment. Así ha surgido un grupo que con la máscara de Guy Fakes, un conspirador inglés que intentó volar la Cámara de los Lores en Inglaterra en 1605. Este grupo bien podría justificar su anonimato dado el enemigo que se ha echado encima. Sin embargo, algunos han utilizado el mismo motivo para, de manera anónima, hacer de las suyas.
A pesar del riesgo que muchos periodistas corren, de las amenazas directas que han recibido, de las agresiones y las irrupciones a su vida privada, ellos han decidido dar la cara. Lo celebro; es una muestra de valentía, de hombría en el caso de los varones, de entereza en el caso de las mujeres.
Siendo que Veracruz es el estado con más periodistas asesinados, tal vez todos deberíamos ser anónimos. ¿Por qué no lo somos? Porque tenemos un nombre que nos identifica, el único que vamos a llevar durante toda nuestra vida, el nombre que llevará nuestro epitafio en la muerte.
¿Por qué no somos anónimos? Porque tenemos un sólo nombre, y por lo mismo debemos de honrarlo.