Cuando se descubrió la clase de ficha que era el empresario argentino Carlos Ahumada, cuando la ley ya lo buscaba, incluso cuando confesó su participación con Fernández de Ceballos y Salinas de Gortari para perjudicar a Andrés Manuel López Obrador, Ciro mantuvo su defensa abyecta por el argentino; su fidelidad perruna causó la admiración de los grandes empresarios. ¡Por Dios! ¿Quién no quisiera tener un perro como ese? Lea la columna completa de Armando Ortiz en https://libertadbajopalabra.com/2015/07/23/1079/
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