“¿Qué clase de periodista eres?”, azuzaba Jacobo Zabludovsky a Carlos Marín. “¿Sólo hablas con gente que hace o piensa como tú?”, lo aguijoneaba.
Esto publicó, el viernes 3 de julio el autor de la columna “El asalto a la razón” y Director Editorial del Grupo Milenio, que le preguntaba Jacobo, todo un referente del periodismo mexicano, se diga lo que se diga de él.
Zabludovsky, quien en los últimos años de su vida mostraba simpatía personal por la izquierda y en especial por Andrés Manuel López Obrador (hay que releer la entrevista que le hizo para El Universal el 28 de abril), culto, talentoso (para mí fue un error que las autoridades de la Universidad Veracruzana cedieran ante un grupo y le negaran el Doctorado Honoris Causa para el que había sido propuesto), en esas preguntas encerraba, a mi juicio, la clave para realizar un buen periodismo, el buen periodismo. El ¿sólo hablas con gente que hace o piensa como tú? es todo una clase de periodismo.
Yo, como Jacobo, fuimos formados en la vieja escuela, en la que por encima de los gustos o intereses o simpatías personales de quien escribe está el interés del lector, el que quiere saber todo y de todos, lo que no se cumple si tomamos posición personal para sólo ver o querer ver desde un solo lado, o para reunirnos y hablar sólo con quien hace o piensa como uno, en pretender que necesariamente sólo unos son los “buenos” y otros los “malos” y entonces por sistema escribir prejuiciados, con parcialidad si se quiere. Yo siempre he pensado que esta posición periodística nos llevaría sólo a entrevistar, a platicar con Dios pero no con el Diablo si se tuviera la oportunidad de hacerlo, que seguramente éste tendría también algo que decir, sus causas, sus razones y porqué es Diablo, y el lector estaría esperando con avidez conocer su explicación para entender mejor porqué de su actitud.
La riqueza del periodismo está en la pluralidad, en ver rojo pero también azul, amarillo, verde y toda la gama de colores, en hablar con todos y escucharlos, nos caigan bien o no, para decirle al lector lo que piensan. Desde mi punto de vista personal, no debemos utilizar nuestra posición, de gran responsabilidad, para hacer bullying periodístico contra nadie. El periodista, eso creo, debe hablar, por un prurito profesional, también con el que no hace o piensa como uno para que el lector tenga una visión completa de lo que hacen, piensen y dicen los hombres públicos, para que, en todo caso, el lector decida quien está bien o quien está mal, yéndonos a los extremos quién es el “bueno” y quién el “malo”, pero que el lector lo decida con base en lo que uno le informe.
En esa pregunta, ¿sólo hablas con gente que hace o piensa como tú?, está también de por medio la libertad, la independencia del periodista frente al poder político, que, en el caso de Veracruz, pervirtió hace mucho la que debía ser una relación de diálogo y respeto para convertirla en un instrumento a su servicio cuando decidió pagar con el propósito deliberado de que no se hablara con sus oponentes o enemigos y se les convirtiera mediáticamente en los “malos”, para que no les dieran voz y se les cerraran espacios a los que también tienen derecho.
En Veracruz tuvimos un caso penoso para quienes se prestaron o cedieron ante el poder por algún interés: el de llegar a considerar como “malo”, el único que había (¿y todavía hay?) al excandidato a la gubernatura y actual diputado federal electo panista, Miguel Ángel Yunes Linares, sin que muchos ni siquiera lo hubieran tratado en persona, pero sólo para ganarse los favores de quien estaba en el poder, el único “bueno”, y no sólo lo criticaron por sistema de acuerdo a los intereses de quien los movía, sino que incluso lo hicieron víctima de apodos ofensivos, todo lo anterior sin pasar por alto que, como todos, también tiene lo suyo, pero que no es mejor pero tampoco peor que los demás. En “Prosa aprisa” Miguel recibió menciones o críticas pero siempre respetuosas y las seguirá recibiendo como un actor político que es de Veracruz, importante, y hoy celebro que así sea como un acto de venganza porque el Gobierno del Estado no les ha pagado lo que les debe por concepto de publicidad, casi todos los medios no sólo ya lo mencionan sin ningún temor sino que, insólito, publican íntegros sus boletines de prensa, críticos, bastante críticos contra el actual Gobierno del Estado.
Cuánta razón tenía Jacobo cuando decía lo obvio: que el periodista debe hablar con todos, escucharlos, aunque no hagan o piensen como uno.
Este texto lo publiqué originalmente el pasado 5 de julio en el semanario Newsver, de Orlando García Ortiz, y lo recupero ahora porque ayer recordamos con Alfonso Salces, director de Notiver, no sólo a Jacobo y al exgobernador Miguel Alemán Velasco, quien como ejecutivo de Televisa creó el primer noticiero de la televisión mexicana y fue él quien llevó a Jacobo a ese importante espacio televisivo, sino porque además durante una amena y larga charla coincidimos en que nuestro trabajo es darle voz a todos, una de las reglas de oro del periodismo, siempre en atención al lector, más cuando estamos inmersos ya en el proceso sucesorio y lo correcto es que demos espacio a todos por encima de nuestros gustos, simpatías o intereses personales, sin olvidar que nosotros no somos quienes vamos a decidir quién es o no el candidato de tal o cual partido y que sólo el electorado es el que va a decidir quién va a ser el próximo gobernador.
Con Pepe
Por la mañana de ayer, invitado por Ernesto Aguilar Yarmuch, asistí al desayuno que le ofreció al senador José Francisco “Pepe” Yunes Zorrilla y en el que participaron líderes sociales y de opinión, esto es, compañeros columnistas, los más críticos, por cierto, con el Gobierno del Estado.
Pepe se mantiene en su postura crítica sobre el desorden administrativo y financiero del actual gobierno, pero dos cosas en especial me llamaron la atención: que la prensa crítica, de línea dura, haya aceptado la invitación de Ernesto y que no haya rechazado convivir con Yunes Zorrilla, y la otra, que el de Perote aprovechó muy bien el auditorio que tenía para hacer un diagnóstico preciso de la crítica situación que se vive en el estado pero, a mi juicio lo más importante, qué hay que hacer y cómo para rescatar a Veracruz. O sea, no se perdió en ataques o señalamientos viscerales, sino que se mostró como un político muy responsable que tiene un diagnóstico muy preciso, con pelos y señales, de la realidad de Veracruz, pero también el remedio que, no lo ocultó, implicará sacrificios.
Se despidió Buganza
Anoche, alrededor de las ocho de la noche, el todavía Secretario de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón, pasó a despedirse del personal de cada una de las oficinas de la dependencia a su cargo. Recibió aplausos de todos. Su salida era obligada. No podía permanecer más pues su permanencia, las críticas que recibió por su destape y el tono de su mensaje podían afectar la imagen del gobernador Javier Duarte de Ochoa. Hizo lo correcto en irse.
Quién al relevo
No me gusta hacerla de adivino porque regularmente sigo el principio de que para que tratar de adivinar lo que va a ser. No soy el gobernador para saber quién va a relevar a Buganza. Pero anoche me llamaron amigos y lectores, políticos, para preguntarme si sabía quién. Sólo por un juego de suposiciones y por las características que concurren en ellos, me atrevería a pensar que podría ir Enrique Ampudia Mello y que a éste lo podría relevar en la Particular Harry Grappa Guzmán y a éste en Turismo Anilú Ingram Vallines, aunque a la Secretaría de Gobierno también podrían llegar Felipe Amadeo Flores Espinosa, quien ya ocupó el cargo con el gobernador Agustín Acosta Lagunes, o Francisco Portilla Bonilla, Secretario General del Congreso local, quien luego de la salida de Erick Lagos Hernández se movió y cabildeó mucho para sucederlo. El gobernador lo dejará en claro la mañana de este viernes.