Por Armando Ortiz.
El 14 de febrero de 1995 Leonila Vázquez caminaba por la vía rumbo a su casa cuando pasó “La Bestia”. Ella llevaba una bolsa de pan que había comprado para su familia. Fue entonces que pasó el tren y un migrante le pidió de comer; el migrante le dijo que tenía tres días sin probar bocado. Ella no lo dudó y le entregó la bolsa de pan al hombre. Pero la experiencia no quedó ahí, ella fue a su casa y comunicó a sus hijas el hecho, por lo que decidieron que algo tenían que hacer por esa pobre gente que, montada en “La Bestia” buscaba llegar a los Estados Unidos para encontrar una mejor forma de vida.
Así, en el silencio y en el anonimato, un grupo de mujeres de Amatlán, Veracruz empezaron a preparar alimento para los migrantes y lo llevaban a la vía para entregárselos. Cuenta Leonila Vázquez que hubo un tiempo que algunas autoridades les hicieron creer que hacían algo malo. Para esas autoridades dar de comer a los migrantes era como alimentar a los delincuentes. Fue por eso que algunas de las mujeres voluntarias dejaron esa labor, pero Leonila Vázquez y sus hijas, Norma Romero, Rosa, Bernarda, María Antonia y Sonia no creyeron que estaban dando de comer a delincuentes, sino a seres humanos. Cuenta Leonila Vázquez:
“Yo siento que le estoy dando de comer a mi familia”.
Durante años, sin esperar nada a cambio, la empatía de estas mujeres de Amatlán, donde se venera a la “patrona”, la Virgen de Guadalupe, han estado preparando en su albergue, miles de bolsas de alimento para entregar a los migrantes. Y así hubieran estado haciéndolo durante muchos años más hasta que un periodista extranjero empezó a documentar esta labor y entonces “Las Patronas” empezaron a ser conocidas en todo el mundo.
El 14 de febrero de 2015 celebraron 20 años de realizar esta labor humanitaria. En 2013 recibieron de manos del presidente Enrique Peña Nieto el Premio Nacional de Derechos Humanos. Pero este merecido reconocimiento no ha impedido que Norma Guerrero, representante de “Las Patronas”, haga reclamos al presidente de México. En su cara, al momento de recibir el premio le dijo al presidente:
“México se encuentra fracturado, atravesado por la violencia, por la impunidad, por la apatía, por la discriminación, por la falta de oportunidades reales y una lista de cosas más que no podría terminar. Más que avanzar hemos ido en retroceso porque la idea del progreso sustentada en aprovecharse de los que menos tienen no puede ser más que una violación a los derechos humanos”. En ese mismo momento reclamó al presidente que los migrantes no sean “considerados como personas, sino como mercancías que pueden ser negociadas, cambiadas y eliminadas sin consideración alguna y esa misma situación atraviesan nuestras mujeres, niños y niñas y toda la juventud”.
En 2015 una joven española lanzó la iniciativa para que “Las Patronas” sean consideradas para obtener el “Premio Princesa de Asturias de la Concordia”. El premio en este rubro se entrega a “la persona, institución, grupo de personas o de instituciones cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, también de manera extraordinaria, en la conservación y protección del patrimonio de la Humanidad”.
¿Quién mejor que Las Patronas para obtener este reconocimiento? Su labor humanitaria ha colocado nuevamente a los migrantes en la categoría de seres humanos, ha contribuido al entendimiento de una problemática de nivel mundial al tiempo que brinda el ejemplo para que busquemos una mejor convivencia entre los seres humanos. “Las Patronas” han luchado en el anonimato contra la injusticia, la pobreza y la ignorancia; sobre todo la injusticia, la pobreza mental y la ignorancia de nuestros gobernantes en Veracruz y en México.
Cabe señalar que las integrantes de “Las Patronas” no han descuidado sus labores familiares. Antes de acudir al albergue a preparar los alimentos para los migrantes, las mujeres ya debieron haber dejado atendidas a su familia. El hijo de Norma Romero, Yasef Figueroa Romero de 22 años estudia la carrera de Derecho. Ella vive del campo, de la caña, su esposo murió hace algunos años.
Norma Romero, la hija de Leonila Vázquez, ese 14 de febrero de 1995 no comió pan, porque el pan que llevaba su madre a la casa lo entregó a un hombre con más hambre. Pero después de 20 años de estar compartiendo el pan, Norma Romero dice orgullosa:
“Nosotros hasta ahorita nunca nos hemos quedado sin comer, porque mientras das, más se te multiplica”.