Vino blanco, queso azul, un relato de Armando Ortiz

El relato del vino blanco y el queso azul de Armando Ortiz FOTO: WEB

En su artículo de esta semana, el escritor y periodista Armando Ortiz nos sorprende con un relato intimista, cuajado de añoranzas, acompañada de una lección sobre como tomar vino para que la experiencia sea de lo más grata: «Ella era una mujer muy inteligente, una gran lectora. Leía libros en varios idiomas, se había leído Cien años de soledad en inglés, One Hundred years of solitude, decía su libro en pasta blanda, llena de notas al margen. Ella me enseñó a tomar vino. Mi primera experiencia con esta bebida no fue nada grata. Tenía 15 años, había escuchado que el vino era una bebida deliciosa, había escuchado que el vino estaba hecho de uva, yo había bebido refrescos de uva deliciosos (Sangría casera) por lo que pensé que el vino debería de ser delicioso.

»Compré una botella de vino blanco Los Reyes, llegué a casa y traté de abrirla, pero la botella no tenía corcholata, sólo corcho; yo no tenía sacacorchos. El caso es que, con un tenedor primero, luego con un desarmador eché hacia adentro el tapón que ya se había deshecho. Con una playera de algodón filtré los pedacitos de corcho y me serví en una copa, porque había comprado una copa. Tomé su contenido esperando un elixir dulce y delicioso. Pero de inmediato lo escupí. Yo nunca he probado el aguarrás, pero en ese momento pensé que eso sabía a aguarrás. Todo eso se lo platiqué a Mariza, porque se llamaba Mariza.

»Ella sacó una botella de vino blanco del refrigerador, sacó también un queso azul. Me dijo que pusiera un poco de queso entre mi lengua y el paladar y que lo deshiciera, impregnando todo mi sentido del gusto con el queso. El queso era ácido, pero de una acidez agradable. Después me sirvió vino en una copa, estaba frío. Esperé unos segundos y a una señal suya tomé de la copa. Entonces descubrí una gama amplia e intensa de sabores. Fue como un bautismo de fuego a mi paladar.

»El vino se transformó en una bebida deliciosa, cargada de matices, el frescor de la bebida alivió el ardor de la acidez. De inmediato me trasladé al bosque, pero también al mar, a la montaña, a los viñedos de Argentina que por las mañanas tienen que soportar el calor intenso de La Pampa árida y por las noches las ventiscas heladas que bajan de los Andes». Para leer el relato completo siga este enlace: https://libertadbajopalabra.com/2018/04/08/tenebroso-maloliente-mundo-los-adultos/

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