Hay una palabra que resume la vida de mi tía Candelaria Hoyos, “lucha”

Candelaria
Funeral de Candelaria Hoyos, Ángela Bello, Pedro Saldaña y la pequeña Daniela FOTO: LBP

Armando Ortiz /

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… ¡Yo no sé!”

Hay una palabra que resume la vida de mi tía Candelaria Hoyos, “lucha”. Si bien esa palabra la resume, hay que entenderla de la siguiente manera. Mi tía Cande luchó siempre por sus hijos, por su familia, por los suyos. Ninguno de sus hijos pasó hambre nunca, hasta en las más intensas tormentas sus hijos tuvieron refugio en el amor de madre que le sobraba. Y le sobraba porque ahí los sobrinos y los nietos también se refugiaban.

Entre los mejores recuerdos de mi infancia están las fiestas de navidad y fin de año que pasábamos en su casa, allá en la calle de Niños Héroes, una casa donde cabíamos todos, donde los bailes se prolongaban hasta el amanecer. Una casa que muchos después visité y era tan pequeña, tres cuartos de que eran una cocina-comedor, los dormitorios y una habitación que era sala y recámara a la vez. Pero Candelaria Hoyos hacía el milagro de que cupiéramos todos en la casa de su amor. En esa casa de su amor que después se convirtió en una gran casa, de muchas habitaciones donde también se refugiaban sus nietos, sus hijos nuevos, brotes frescos de ese árbol que plantó en su corazón.

Hay una palabra que resume la vida de mi tía Candelaria Hoyos, “lucha”. Sus hijos la reconocen como una gran madre, madre coraje que siempre sacó la casta por ellos. Moisés, Salvador, David, Ángela y Judith lo saben y por eso están aquí, llorándola, pero también recordándola con mucho cariño. ¡Ay, yo no sé qué va a hacer mi madre con esta ausencia! Las hermanas, las cómplices, las de la eterna competencia.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!…

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte”.

Mi prima Ángela heredó de su madre el amor por sus hijos, el amor al trabajo bien hecho, el amor a su esposo. La recuerdo siempre con cariño, como la hija de su madre primero, después como la segunda madre de mis primos. La recuerdo como la madre de sus cuates, Alexis y Berenice, torbellino que llenaba su tiempo, que llenaba sus preocupaciones, que llenaba su amor. Reciban sus hijos como herencia su ejemplo de trabajo.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!…

Son las caídas hondas de los Cristos del alma

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema”.

El esposo de Ángela era también hombre de trabajo, un hijo que mi tía Cande adoptó. Precisamente el día de la tragedia él la llevaba a terapia de su mano acompañado de mi prima Ángela y de su nieta Daniela. Pedro sabía de todos los oficios útiles, quienes lo conocen saben que era un hombre de familia, que amaba a su esposa y sentía una gran devoción por sus hijos. Pedro Saldaña deja también a Alexis y Berenice el ejemplo de trabajo, de lucha, de amor y de honradez.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!…

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Qué decir de la pequeña Daniela, de tan sólo un año y unos cuantos meses. Por ella sólo puedo pedir resignación para su madre a quien la tragedia le mutiló una hija y la dejó huérfana de padre y madre, pero que también le arrebató a su abuela.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”

El día de hoy la tragedia nos alcanza a todos, familia y amigos que conocimos a estas cuatro personas, que convivimos con ellos, que reconocemos su espíritu de lucha y tenacidad. Pero también alcanza a toda la ciudadanía, enluta a todos los xalapeños que circulamos por esas vías que ahora sabemos, pueden ser avenidas de la muerte. No importa que precauciones tomemos, si otro maneja con imprudencia, la muerte nos puede llegar como un aerolito del cielo.

Descansen en paz Candelaria Hoyos Olivares, Ángela Bello Hoyos, Pedro Saldaña Rodríguez y la pequeña Daniela Bello Saldaña. Dios los tenga en su eterna memoria.

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