Si usted busca la definición de inflación en su computadora, encontrará algo similar a esto: «Proceso económico provocado por el desequilibrio existente entre la producción y la demanda; causa una subida continuada de los precios de la mayor parte de los productos y servicios, y una pérdida del valor del dinero para poder adquirirlos o hacer uso de ellos».
En pocas palabras, la inflación es el incremento excesivo de algo. Desgraciadamente para los mexicanos, los precios al consumidor llegaron a un nivel de 6.77 por ciento en 2017, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Una de las causas, según los analistas, es el incremento gradual de la gasolina, mismo que provoca que los artículos que componen la canasta básica se encarezcan.
Y si añadimos que los mexicanos hacen mal uso de las tarjetas de crédito, pues el salario quincenal de un burócrata o un obrero sólo va directamente a las deudas contraídas. Esto ocasiona que el nivel de vida de los mexicanos baje de calidad y categoría. Pero esta preocupación contrasta con el júbilo de los funcionarios federales, que nos pintan la realidad como un mundo de jauja y bonanza.
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