Gobernar es procurar la armonía, no la discordia

Gobernar
El arte de gobernar FOTO: WEB
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Armando Ortiz / Gobernar no es mandar, gobernar es administrar. De hecho, el origen etimológico de “gobernar” nos remite a pilotar una nave; en un barco el hombre que lleva el timón es el gobernador. Si los alcaldes recién llegados pensaron que una vez que se sentaran en la silla presidencial sólo se iban a poner a mandar, se están dando cuenta que no es así. Si se aferran a esa idea van a llevar la nave al naufragio. Y no lo decimos sólo por los alcaldes de Morena, que al parecer ya terminaron su luna de miel con la ciudadanía. Lo decimos por todos, incluso por el que gobierna el estado. Gobernar un pueblo es una responsabilidad inmensa. Gobernar significa brindar las oportunidades necesarias para que los ciudadanos que viven en la pobreza puedan realizar sus proyectos, por más sencillos que sean, por más complicados que resulten. Gobernar significa crear los mecanismos para que una sociedad transite en un justo equilibrio, sin quitar a los ricos la riqueza que tanto trabajo les ha costado, pero sin relegar a los pobres a una miseria que no merecen. Marguerite Yourcenar, en voz de Adriano lo expone de la siguiente manera: «Me sentía responsable de la belleza del mundo. Quería que las ciudades fueran espléndidas, ventiladas, regadas por aguas límpidas, pobladas por seres humanos cuyo cuerpo no se viera estropeado por las marcas de la miseria o la servidumbre, ni por la hinchazón de una riqueza grosera; quería que a todos llegara la inmensa majestad de la paz romana». Señores, gobernar no es dar, es aportar; gobernar no es arrancar el fruto, es sembrarlo; gobernar es procurar la armonía, no la discordia.

Vamos a decir lo que la gente quiere escuchar; ¡no!, eso no es periodismo

Decía Ryszard Kapuscinski, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003, que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas de reportajes: no pueden comprender a los demás ni ser apreciados por ellos”. El buen periodismo está en peligro de extinción, sobre todo con el auge de las redes sociales que como dijera Umberto Eco, “generan una legión de imbéciles”, pues las redes sociales, decía el autor de El nombre de la rosa, “le dan derecho de hablar a una legión de idiotas”. Si bien se requiere de mucha empatía para hacer periodismo y con ello acercarnos a las necesidades de los ciudadanos, no se puede ser complaciente con los ciudadanos; no se puede escribir lo que sea tan sólo para quedar bien con los lectores o con esa “legión de imbéciles” que describe Eco. Es por ello que el periodismo requiere de buenas personas, de personas honestas que expresen su verdad, aunque esta verdad no sea del agrado de todos sus lectores. Un buen periodista defiende su verdad con hechos, defiende su opinión con argumentos y evita confrontaciones con los necios, que siempre habrá, pues los necios conjuran en contra de cualquier verdad que no sea la suya.

Sobre las supuestas leches caducadas, no se trata de creer a uno o a otro, se trata de dar la razón a quien compruebe sus dichos

En el tema de las leches caducadas no se trata de creerle al gobernador o creerle al alcalde de Minatitlán, se trata de que cualquiera de los dos demuestre que está diciendo la verdad. Y sobre esto último el que hasta el momento ha demostrado que dice la verdad es el gobernador, quien en presencia del alcalde Nicolás Reyes y ante notario público dio cuenta de que no había leches caducadas. Se revisaron mil 500 despensas y no se encontró producto caduco. ¿Existe alguna declaración del alcalde al respecto?; ¿es tan honesto el alcalde como para reconocer que lo informaron mal? Guarda silencio, como guardó silencio Víctor Carranza sobre el supuesto secuestro de director de Ingresos. ¿Qué se pretende con hacer ese tipo de acusaciones sin sustento? Eso ya lo sabemos, pero al menos, cuando vayan a hacer una acusación de ese tipo, asegúrense que no se les pueda comprobar la mentira, para que no queden como idiotas y mentirosos; todo ello les hace perder la confianza de la ciudadanía. Por supuesto no pierden la confianza de sus adeptos, pues pejezombies como son, no les importa la mentira comprobada, sólo buscan denostar, denostar, denostar.

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